Las comunidades de esta región del Valle del Mezquital enfrentan una crisis sanitaria que se extiende más allá de la pandemia. El hospital básico comunitario de Nopala, gestión celebrada hace una década como triunfo social, yace como símbolo de abandono: su segunda etapa de construcción permanece paralizada indefinidamente, mientras cientos de pacientes diabéticos libran batallas cotidianas contra la burocracia y el desabasto.
En viviendas de carrizos, cartón, lonas y láminas, cientos de familias viven en el municipio de Chilcuautla; por años ha sido ignorada esta carencia de vivienda por autoridades municipales y estatales. Así, en el corazón del estado de Hidalgo, en el árido pero resiliente Valle del Mezquital, el municipio de Chilcuautla se convierte en un crudo testimonio de la deuda histórica en materia de vivienda que afecta a cientos de familias.
Esto evidencia que la pobreza no es resultado de la flojera o incompetencia de los trabajadores -como a menudo sugieren discursos neoliberales-, sino de estructuras económicas que sistemáticamente explotan y extraen la plusvalía de los trabajadores en favor de una minoría.
De antemano no desconozco que traer como argumento la máxima ley del país, la que nos rige a todos los mexicanos, para muchas personas y, quizás, mis escasos lectores no serán la excepción, se ha vuelto ya un estribillo, un lugar común sin ningún efecto en aquellos funcionarios que dijeron y protestaron defenderla hasta su último aliento
La desigualdad de oportunidades no es un fallo ocasional del sistema capitalista, sino su consecuencia estructural e inevitable en un mundo donde el 1 % más rico posee el 44 % Ante la desigualdad, leer es un acto de resistencia la riqueza global, mientras miles de millones luchan por satisfacer necesidades básicas. Esta brecha no sólo es económica; es cultural, educativa y, sobre todo, política.