Hay cientos de damnificados en Hidalgo, olvidados tras las lluvias de octubre; tan sólo los registrados por el Movimiento Antorchista ascienden a más de 500 familias que siguen sin ser censadas ni recibir apoyo oficial dos meses después de la tragedia. Mientras tanto, en las redes oficiales, el gobierno anuncia pomposamente la distribución de apoyos económicos.
Esta contradicción no es casualidad, pues Morena es la representante de la clase dominante y perpetúa un sistema que beneficia a unos pocos mientras abandona a los más vulnerables.
De acuerdo con el Informe sobre la Desigualdad Global 2026, México sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, con el 10 % más rico acaparando el 71 % de los ingresos totales
Los Servidores de la Nación realizaron un censo “a conveniencia, inexacto e ineficiente”, que ignoró circunstancias básicas de las comunidades marginadas: personas analfabetas, pérdida de documentos de identidad por las inundaciones, e incomunicación de las zonas más alejadas.
El mecanismo de exclusión fue simple y efectivo; sin embargo, las consecuencias son devastadoras. Hogares perdidos, construidos previamente con una vida de esfuerzo, que no podrán volver a levantarse en mucho tiempo, impedidos por los bajos salarios; con la pérdida de cultivos, los campesinos se enfrentarán al hambre; otros muchos quedarán sin empleo, pues perdieron sus medios de sustento: sus “changarritos”, sus puestos móviles, sus tienditas, etcétera.
Este abandono por parte de Morena nos revela que no es el gobierno de “Primero el pueblo”, más si tomamos en cuenta los informes más recientes sobre desigualdad en México.
De acuerdo con el Informe sobre la Desigualdad Global 2026, México sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, con el 10 % más rico acaparando el 71 % de los ingresos totales.

El informe de Oxfam México 2025 documenta cómo durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador el número de milmillonarios mexicanos aumentó de diez a 22. Oxfam describe un “modelo de extracción de beneficios” que históricamente ha permeado la economía mexicana, donde ciertas personas y empresas, “en complicidad con el gobierno”, toman recursos, transan para crear reglas a su favor, agandallan estableciendo barreras excluyentes, y luego lo llaman mérito.
Este modelo explica en parte por qué se han apoderado las corporaciones de recursos públicos, colectivos y personales, como también, los beneficios de estos sectores se fugan no sólo de las comunidades sino del país.
Así, el gobierno morenista que ha cultivado cuidadosamente una imagen de defensor de los pobres, implementa políticas que benefician a las élites económicas. Paralelamente, se implanta la idea de que cualquiera puede progresar “echándole ganas”, ocultando las barreras estructurales que mantienen a millones en la pobreza.

Las víctimas de Hidalgo son prueba viva de esta falacia: ¿cómo pueden “echarle ganas” quienes perdieron sus viviendas, cultivos y medios de vida, y además son excluidos del censo oficial por circunstancias como el analfabetismo o la pérdida de documentos?
Con Morena, mientras el 10 % más rico acrecienta su fortuna, las comunidades marginadas enfrentan desastres naturales sin protección ni apoyo gubernamental.
La respuesta institucional, en boca de los representantes de la delegación del Bienestar en Hidalgo, es cerrar el censo, culpar a las víctimas por no estar presentes cuando los censadores pasaron, o sugerir que llamen por teléfono cuando carecen de señal o saldo, no presentarse ni dar la cara a los damnificados, como el pasado 8 de diciembre, cuando el delegado Abraham Zenteno les dejó plantados; revela una burocracia insensible, un gobierno que lejos de ser de “Primero el pueblo”, lo abandona mientras los ultrarricos del país acrecientan sus fortunas con su ayuda.
El Movimiento Antorchista escalará su lucha en las instancias federales; sin embargo, también es forzoso preguntarnos: ¿qué puede esperarse de un gobierno federal que preside sobre una de las desigualdades más brutales del mundo?
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