Empiezo por agradecer la permanente iniciativa de los líderes del Movimiento Antorchista Nacional y de los miles de profesores que atienden las escuelas en todo el país, por el rescate de las disciplinas artísticas de México, fomentando el amor a la patria y el nacionalismo entre toda la población.
Sin espíritu alimentado por el arte, dejamos de mirarnos como hermanos de los demás seres humanos, dejamos de ser solidarios; empezamos a ver la violencia, la miseria, el atraso, como normales.
Ese esfuerzo lo deberían estar haciendo el gobierno nacional, los gobiernos estatales y los municipales. Cada uno en sus respectivos ámbitos; sin embargo, es de sobra conocido que ninguno de esos tres niveles de gobierno se interesa por atender las necesidades culturales de la clase trabajadora. Algo hacen, pero la orientación del gobierno es más de carácter escenográfico, es para la foto, para el turismo. Por eso promueven eventos en algunas zonas arqueológicas, en los centros de las grandes ciudades y en algunas zonas turísticas, en donde no aplican suficiente dinero del presupuesto nacional.
En 2024, según la Cámara de Diputados, para el rubro “Cultura”, el gobierno federal dispuso de 16 mil 700 millones de pesos; para este 2025 el gobierno dispuso un gasto de poco más de 12 mil 81 millones de pesos, cantidades ridículas para el desarrollo del arte nacional. Y cada año esa cantidad es menor.
Por lo demás, sus eventos son espectáculos de música con los grandes grupos del momento, con cantantes de moda (y que promueven nuevas modas en el atuendo, en el look, en el habla y en la estética corporal, eventos comerciales, pues), exposiciones de pintura de tipo conceptual, abstracta, emocional, que nada dicen al espectador no iniciado, todo en salas ad hoc y costos que solamente pueden pagar los adinerados. No hay arte para el pueblo, porque, además de su falta de dinero, éste no tiene tiempo para salir a disfrutar algún evento: tiene que trabajar.
La clase trabajadora ha quedado reducida a la satisfacción de sus necesidades biológicas elementales: comida, vestido, vivienda y servicios básicos. El conocimiento de la buena música, el canto, la literatura, la pintura, el teatro, la danza y el baile tradicionales de México, no existen para el pueblo. Y eso es trágico, pues lo que hace humano al hombre es su vida espiritual.
Sin espíritu alimentado por el arte, dejamos de mirarnos como hermanos de los demás seres humanos, dejamos de ser solidarios, empezamos a ver la violencia, la miseria, el atraso como normales. La ignorancia nos está cerrando los ojos del entendimiento.
De ese modo, si en un momento dado, por ejemplo, el imperio gringo se decide a invadir nuestro territorio, ni lo sentiremos, muchos simplemente dirán: “Ah, pues está bien, viviremos mejor”. De hecho, ser invadidos es ahora una amenaza que el mismo Donald Trump ya ha mencionado.
La discusión entre quienes mandan en Estados Unidos es cuándo será el momento de hacerlo. ¿El gobierno de Morena y sus aliados de la 4T nos defenderán? No. Muchos estarán contentos y hasta se pondrán del lado de los invasores.
Por eso la clase trabajadora debe prepararse, desarrollar el nacionalismo, pues sólo los pobres sufrirán cuando esa invasión llegue a suceder, pues ¿a dónde iremos? Esta es nuestra única tierra, no tenemos otra. El nacionalismo, el amor a la patria y la valentía para defenderla se desarrollarán en la medida en que nos eduquemos.
El rescate y la práctica de nuestro legado artístico-cultural ayuda mucho. Ese legado se debería adquirir en las escuelas de todos los niveles. Pero no es así. Todos sabemos que las escuelas carecen de maestros de artes. Lo poco que las escuelas enseñan de arte y cultura se debe a la iniciativa de sus profesores. Nada más.
En este punto podemos comprender el enorme esfuerzo que realizan los líderes del antorchismo y sus maestros. Sin apoyo gubernamental y muchas veces con la abierta oposición de políticos de mala entraña, Antorcha desarrolla el arte y la cultura nacional no solo entre estudiantes, sino entre todos los sectores sociales y entre la gente de todas las edades; con estudios o sin estudios, todos han demostrado cualidades en una o más disciplinas artísticas. El pueblo tiene sensibilidad y Antorcha lo sabe y lo fomenta a pesar de sus enormes dificultades.
Pero aquí nadie se raja. Educar al pueblo, desarrollar su sensibilidad artística, es una tarea que se ha propuesto la organización de los pobres de México para formar al hombre nuevo que se sume conscientemente a la lucha por defender al país de agresiones externas, y para ganar el poder político nacional.
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