Estudiantes en el Zócalo capitalino vuelven a ser testigos de una verdad incómoda para el poder: la juventud organizada es la conciencia crítica de una nación. Los hechos del pasado 23 de septiembre, donde más de dos mil estudiantes de la FNERRR fueron agredidos por granaderos al intentar llegar al Palacio Nacional, lo confirman.
La determinación de nuestros compañeros de Oaxaca, al romper el cerco policial y plantarse frente a Palacio Nacional, es una lección de dignidad. Viajaron largas horas, desde realidades donde defender nuestros albergues se suma a la lucha por condiciones mínimas para estudiar. ¿La respuesta del Estado? La misma de 1968: la represión.
Hoy, la administración de Claudia Sheinbaum despliega granaderos para silenciar las demandas estudiantiles y proteger una imagen de falsa estabilidad.
La misma línea autoritaria que, sin importar el color del partido en el gobierno, protege los intereses de unos cuantos, reprimiendo las justas demandas de las mayorías. El gobierno de la 4T no protege a los estudiantes ni los escucha; sólo da becas que no ayudan a abatir el rezago educativo.
El gobierno morenista, que llegó prometiendo una “cuarta transformación”, ha mostrado su verdadero rostro: la continuación del mismo proyecto que masacró a estudiantes en Tlatelolco. Entonces, el PRI gobernante utilizó francotiradores del Estado para justificar una matanza y proteger la imagen del país ante los Juegos Olímpicos.
Hoy, la administración de Claudia Sheinbaum despliega granaderos para silenciar las demandas estudiantiles y proteger una imagen de falsa estabilidad. La táctica se perfecciona, pero la esencia es idéntica: la violencia como instrumento de control.
Para los jóvenes que, desde aquí, seguimos la lucha, esta agresión debe quedar clara: no es un error operativo, es la lógica de un sistema económico que recorta presupuestos educativos para destinarlos a megaproyectos inservibles, que prefiere financiar fuerzas represivas y no albergues dignos, apoyo a la cultura, al deporte.
Por ello, la consigna “¡La FNERRR no se raja!” debe resonar con más fuerza en cada aula, en cada escuela del país, adheridas o no a la FNERRR, en cada universidad. La salida no está en la espera pasiva de una solución que nunca llegará desde arriba.
La experiencia histórica nos demuestra que los derechos se arrancan con la movilización organizada y la unidad. La lucha por un albergue seguro en Oaxaca es nuestra lucha; la exigencia por la protección de nuestros albergues es la lucha de todos.
A los jóvenes mexicanos, y en especial a los fenerianos, nos toca aprender de esta jornada. Transformemos la indignación en organización. Fortalezcamos nuestros comités, discutamos colectivamente y hagamos de la defensa de la educación pública el eje de una transformación social profunda.
Hoy, la verdad que brota es que el Estado sigue reprimiendo. Pero también, que los estudiantes no nos callamos. La lucha continúa, y en ella está el futuro.
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