MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Deserción escolar: sueños rotos

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La inacción del gobierno federal en el terreno económico —es decir, la falta de crecimiento del país, su ineptitud para crear el número de empleos necesarios para que todos los mexicanos tengan dinero suficiente para sustentar a sus familias— y la destrucción del programa educativo conocido como Escuelas de Tiempo Completo, en donde niños y adolescentes tenían más oportunidades de aprendizaje y, los de zonas vulnerables, la posibilidad de recibir alimentos nutritivos, han traído como consecuencia que millones de niños y jóvenes hayan tomado el camino de la deserción escolar. Esta, en casi todos los casos, los conduce al empleo infantil, el ocio, las drogas y la delincuencia —ya sea juvenil u organizada— y, por tanto, a que se rompan los sueños de quienes veían en la educación una alternativa no solo para conocer el mundo a través de la teoría, sino para alcanzar mejores condiciones de vida en la adultez.

Las políticas públicas fallidas han empujado a miles de niñas, niños y adolescentes fuera del sistema educativo y hacia entornos marcados por la precariedad, la violencia y la exclusión.

A nadie debe caberle duda de que los gobiernos de Morena —los de AMLO y Claudia Sheinbaum, para que no haya lugar a equívocos— han contribuido a generar las situaciones mencionadas y, en consecuencia, a que los señalemos como responsables de los sueños rotos de niños, jóvenes y adultos.

Si analizamos con mente crítica los desgarradores hechos que afectan a lo más tierno de nuestra sociedad, se tornan vacías las palabras de López Obrador y Claudia Sheinbaum —y de todos los morenistas que últimamente vemos en redes sociales responsabilizando a gobiernos anteriores de la situación del país.

Sí, reconozco que los gobiernos anteriores a Morena no hicieron las cosas bien, pero también admito que algunas de sus acciones beneficiaron a los mexicanos más vulnerables: infraestructura urbana, clínicas de salud y, en general, un sistema sanitario que era mejor que el prometido por AMLO; la educación era muy superior a lo que ahora el gobierno federal llama la Nueva Escuela Mexicana, un sistema educativo que se ha revelado ineficaz para avanzar en conocimientos o formar una mente crítica y creadora.

La interrupción o el abandono de los estudios de niñas, niños y jóvenes mexicanos está motivado por los bajos ingresos económicos de sus padres, quienes no pueden apoyarlos económicamente: no pueden comprar uniformes, zapatos, útiles escolares, ni cubrir las múltiples cuotas que pide la escuela, aunque sea pública. 

Tampoco pueden brindarles desayunos nutritivos para que sus cerebros estén preparados para recibir conocimientos, simples o complejos, ni destinar recursos a materiales escolares cotidianos.

Lo de menos sería que esas niñas, niños y jóvenes se quedaran sin conocimientos científicos o técnicos, como durante muchos años ocurrió con los hijos de campesinos alejados del mundo, quienes crecían sanos, pero ignorantes y, hasta cierto punto, salvajes. Sin embargo, en esta época global, no contar con conocimientos científicos y técnicos genera consecuencias negativas no solo para ellos, sino para toda la sociedad.

En una colaboración anterior denuncié que, cuando niñas, niños y jóvenes dejan las aulas, muchos de ellos se incorporan a la actividad económica para ayudar a completar el gasto familiar. De ahí que en México perviva el trabajo infantil, el cual es condenado por el gobierno, la legislación y los grupos dizque progresistas —empezando por Morena—, pero que no se combate con medidas estructurales que aseguren a los padres ingresos suficientes para que sus hijos no se vean obligados a abandonar la escuela. López Obrador acuñó la frase “primero los pobres”, es decir, que primero serían ellos los atendidos por su gobierno; pero resulta que en México existen 3 millones 700 mil niñas, niños y adolescentes de entre cinco y 17 años que realizan trabajo infantil, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

A esa grave situación hay que sumar los cientos o miles de casos de niñas y jóvenes que, para obtener dinero, dedican toda su energía y esfuerzo a las redes sociales. Para lograrlo, hacen graciosadas como contar chistes, realizar bailes simples o grotescos, inventar chismes o recetas mágicas para resolver cualquier problema.

El sistema los llama influencers, aunque no necesariamente influyen de forma constructiva en otros. Más bien, el sistema los promueve y patrocina para distraer a la gente y desviar su atención de los verdaderos problemas económicos y sociales. ¿Hasta cuándo los llamados influencers obtendrán beneficios de las redes sociales? No lo sé, pero como muchos, deseo que pronto termine esa moda manipuladora y corruptora del ser humano.

Otro grave problema que afecta el desempeño académico es el embarazo entre mujeres de entre 13 y 19 años, fenómeno frecuentemente asociado a la violencia sexual. Este problema no solo tiene implicaciones para la salud de la madre y el bebé, sino también para el desarrollo social y económico de la comunidad.

Ni hablar de otro terrible fenómeno que azota a la juventud: el reclutamiento que hacen los grupos delincuenciales, quienes seducen a los jóvenes con promesas de diversión, dinero fácil y lujos, cosas que sus padres no podrían darles ni volviendo a nacer.

“La incorporación de niñas, niños y adolescentes dentro de los grupos de la delincuencia organizada es un fenómeno que cada día aumenta más en nuestra nación mexicana, ante la falta de estrategias o programas por parte de las autoridades para combatir esta forma de criminalidad” (López Contreras, A. 2024, Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México: Una forma de explotación en la trata de personas. Revista Mexicana de Ciencias Penales, 7(23), 71–88. https://doi.org/10.57042/rmcp.v7i23.744).

¿Dónde está el apoyo de Morena y su gobierno para evitar que niñas, niños y jóvenes deserten de las aulas? Solo está en su discurso humanista y progresista, que suena bien, pero no se aplica a la realidad. Las consecuencias de ello son funestas, como lo indican los datos mencionados y los casos concretos que todos conocemos.

Generalmente, cuando se es niña, niño o adolescente, uno sueña que, en la edad adulta, será doctor, escritor, abogado o cualquier otra profesión que implique estudios universitarios. Muchos también sueñan con convertirse en bailarines, pintores o actores exitosos. Pero, ¿usted cree que podrá lograrlo alguien que se dedica al comercio informal o a la delincuencia? Indudablemente habrá quienes logren superar las barreras que les impone su contexto, pero son los menos.

Los sueños rotos no son culpa de los padres ni de quienes abandonaron las aulas en busca de recursos económicos para vivir. La culpa es del sistema económico dividido en clases, que genera desigualdad y pobreza y, por tanto, no ofrece oportunidades suficientes para que alguien realice sus sueños.

Necesitamos construir un país que sí brinde oportunidades para que todos los niños y jóvenes estudien y tengan un futuro constructivo. Para lograrlo, hay que formar e integrar un gran torrente revolucionario que haga trizas el sistema económico que nos aplasta y no nos deja desarrollarnos como verdaderos seres humanos.

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