“A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispensarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan”.
José Martí
I/II
“Las escuelas antorchistas tienen mucho que dar, la verdad, les agradezco a todos los maestros”, responde a la pregunta ¿Qué le agradecerías a las escuelas de Tecomatlán? una jovencita recién graduada del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario número 110 de dicho municipio, cuna del Movimiento Antorchista Nacional. Pero ¿qué enseñan las escuelas antorchistas?
Antorcha tiene claro que no basta la ciencia ni la filosofía política: es absolutamente indispensable la práctica del arte en cualquiera de sus manifestaciones —danza, baile, canto, música, literatura, poesía—.
A lo largo de estos años, miles de alumnos, padres de familia y profesores hemos sido testigos del Proyecto Educativo que promueve Antorcha en todo su quehacer diario en sus escuelas, desde ludotecas hasta universidades.
Durante nuestros días de estudio conocimos amigos, maestros, pero, sobre todo, compañeros de lucha, dejando vivencias que nos han marcado para toda la vida: que apúrate a cambiar para ir al ensayo general, que si ya viene el profe, que si la bodega, el córrele, entre enojos y risas, llantos y exposiciones, convivencias de a montones.
Antorcha no sólo propone una formación científica y técnica, sino política y filosófica. Aquellos que estuvimos en los “dichosos círculos de estudio” (que algunos llaman despectivamente “salas de adoctrinamiento”) sabemos que les debemos lo poco o mucho que sabemos de la historia de México y del mundo, que nos ayudaron a la formación de un pensamiento crítico al estilo socrático y a desarrollar nuestro propio criterio, que nos da las herramientas para la toma de decisiones cercanas a nuestra realidad.
Sin embargo, Antorcha tiene claro que no basta la ciencia ni la filosofía política: es absolutamente indispensable la práctica del arte en cualquiera de sus manifestaciones —danza, baile, canto, música, literatura, poesía—.
Qué “aburrido” es aprender, pero cuánto les ha servido a los jóvenes que han egresado y también hoy. Porque encontramos en el arte el mejor recurso para expresar nuestras inquietudes, sentimientos y, sobre todo, nuestras capacidades creativas; nos sensibiliza y nos hace, por tanto, solidarios ante el dolor ajeno y, si no a disponernos en su totalidad a cambiar dicha situación de manera organizada, sí nos cambia la visión del mundo y no puede uno menos que ser agradecido con tal formación integral. La decisión que se tome después de egresar corre por cuenta propia.
Así es como miles, millones, hemos sido beneficiados de las enseñanzas del Movimiento Antorchista durante más de 50 años, mismas que se ven reflejadas en un lema cada año, sello de sus ceremonias de graduación; sobre los mártires, la lucha, siempre una propuesta que identifica la quintaesencia de este Proyecto Educativo.
Ante los recientes acontecimientos que vive el mundo y nuestro país, sobre las amenazas beligerantes y la crisis económica, se cierne lo que por décadas ha dominado el orbe: el imperialismo cultural, como lo llamaron los principales teóricos de la Escuela de Frankfurt, bajo el concepto de hegemonía dominante de Antonio Gramsci, quien investigó cómo las élites dominantes utilizan la cultura y los medios de comunicación para controlar a las clases subordinadas.
Carlos Marx declaró en La ideología alemana:
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.
La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.
Y es así como debemos entender la cultura del imperialismo estadounidense, que lleva más de un siglo practicando una hegemonía cultural vía películas, música, moda, tecnología, etcétera, que implantan una ideología y unos valores occidentales en pro de la supuesta modernidad y el progreso.
Para muestra, lo que ha venido ocurriendo a nivel mundial en torno a la Gran Guerra Patria. Está bien documentado, tal y como lo plantea el maestro Aquiles Córdova Morán en su artículo “¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial?”, que “la lucha del imperialismo por erradicar de la faz de la Tierra el experimento socialista nunca fue una simple equivocación sino una decisión bien asentada”, pues el interés del imperio norteamericano jamás ha sido el bienestar del mundo entero, sino su completo dominio.
En medio de la “guerra sucia” (como la llamó el historiador español Josep Fontana) contra la URSS, la propaganda comenzó a presentar a los soviéticos como máquinas de matar, superiores en habilidades técnicas y científicas, pero siempre del lado oscuro.
En el siglo de la comunicación de masas, de la televisión y el internet, la verdad no basta: a la guerra no sólo había que ganarla en el campo de batalla, sino que se debía vender la victoria al mundo. Y esa la vendió muy bien Estados Unidos. Como describe el periodista Iñaki Berazaluce en el diario Público, la propaganda estadounidense ha sido tan eficaz que durante la segunda mitad del siglo XX hemos llegado a creer que Estados Unidos “ganó” la contienda.
La editorial Marvel, del tan aclamado Stan Lee, se encargó de crear un ejército de espías, doctores chiflados, mutantes y genios del mal al servicio de Moscú. El primer vengador, el Capitán América, nace dos años después de iniciada la Segunda Guerra Mundial, al ser rechazado por ser un joven escuálido sin fuerza. El científico responsable es asesinado por un espía nazi.
Mientras duró el enfrentamiento, Steve Rogers luchó contra Hitler, pero terminada la guerra se inventaron que Cráneo Rojo era un poderoso agente secreto de la URSS que manejaba el Teseracto, donde tenía encerrada nada menos que la mente del Führer.
Además de las balas, se sigue librando la batalla cultural. Aunque ya no existe la Unión Soviética, existen los Brics, un polo alternativo que le hace frente a la destrucción que genera el monopolio de Estados Unidos y la OTAN, como es el caso del genocidio de Israel contra Palestina.
Este bloque trae consigo una cruzada cultural que desafía las cadenas internacionales del establishment. Gracias al trabajo de televisoras como Russia Today o portales como Voltaire, a pesar de la censura, cada día son más las personas convencidas de que no fue el Capitán América quien derrotó al fascismo, sino los millones de combatientes y civiles, donde la URSS fue, de lejos, el país que más sufrió pérdidas: 24 millones comparados con 450 mil ingleses y 420 mil estadounidenses (14 % de la población contra el 1 % en Gran Bretaña y el 0.2 % en Estados Unidos).
Por ello no es casualidad que el universo de los superhéroes estadounidenses haya cobrado cierta relevancia mundial en los últimos años, rompiendo récords taquilleros con Spiderman y The Avengers, y que este mes se acabe de estrenar oootra versión de Superman y que su director, James Bunn, presente a la nueva versión del legendario superhéroe de la siguiente manera: Tenemos un Superman que puede ser vencido.
Al viejo estilo de Rocky V, el cine imperialista quiere inyectar la falsa dicotomía de la lucha de los débiles y humanos liberales contra las poderosas máquinas tiranas. La cultura imperialista quiere relacionar la vida del superhombre con la de cualquier humano común, y ahí está el anzuelo; como cada día es más notable que están perdiendo adeptos en la batalla cultural, por el genocidio a Palestina, deportaciones masivas inhumanas, quieren volver a poner de manifiesto que los grandes cambios están en uno, vía el sentimentalismo exagerado.
Bunn mismo declara: Mi vida y carrera ha sido un ablandamiento gradual de los bordes… En mi corazón, soy bastante sentimental. Es decir, que el público que ha sido influenciado por los superhéroes vuelva a identificarse con ellos y así seguir permeando la ideología del individualismo.
Pero no son los individuos aislados, ni fuertes ni débiles por sí solos, los que cambian las cosas: son los seres conscientes de su entorno, organizados en sociedad, los que pueden y deben cambiar su realidad para bien de sí mismos; es el trabajo en equipo, viendo uno por el otro, en colaboración, como se puede avanzar hacia un mundo más justo y equitativo.
El Movimiento Antorchista lo tiene claro desde su fundación, y por eso es que el arte ocupa un lugar especial, ya que el arte no sólo nos hace mirar con otros ojos los problemas, sino que genera en nosotros el deseo de ser mejores seres humanos, haciéndonos agentes de cambio. Por esa razón, quienes lo han vivido y son honestos, saben ser agradecidos. Felicidades por su graduación y congruencia.
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