Una vecina de Emiliano Zapata relata las carencias que enfrenta su comunidad tras más de una década de lucha por asentarse en un terreno propio
Mi nombre es María Jiménez Linares y soy vecina de la colonia Morelos, en el municipio de Emiliano Zapata, Morelos. Antes de vivir aquí, pasé años rentando en distintas colonias, pero nunca lograba estabilizarme.
Las rentas eran carísimas. Apenas me reponía de un mes, cuando ya tenía que ver cómo pagar el siguiente. A veces me quedaba sin dinero para lo básico: la comida, la medicina. Vivir así era agotador y doloroso, sobre todo como madre.
Por eso comencé a buscar una solución más permanente. Yo soñaba con tener un pedacito de tierra donde construir mi casa, un espacio para criar a mis hijos sin estar al pendiente de que el dueño me sacara o subiera la renta. Fue así como conocí al Movimiento Antorchista. Me hablaron de su lucha por la vivienda y me interesó muchísimo. Me acerqué, participé y pedí que me tomaran en cuenta para obtener un lote.
Sin pensarlo, me sumé de lleno a la lucha: asistía a reuniones, faenas, brigadas de limpieza, volanteos, mítines. Viajamos incluso a la Ciudad de México para exigir que se resolviera la situación. Fueron alrededor de cinco o seis años de lucha constante, organizada y sin rendirnos.
Finalmente, conseguimos que se nos vendieran los terrenos. No fue un regalo, como a veces se piensa; fue un logro del pueblo organizado. Pagamos por ellos legalmente, y gracias a Dios ya los tenemos completamente liquidados. Ese fue un gran paso, pero no el último. Vivir aquí todavía implica muchos retos.
¿Qué servicios básicos siguen sin resolverse en su colonia?
Desafortunadamente, la mayoría. Aquí en la colonia Morelos, aún después de más de trece años de habitarla, seguimos sin agua potable, sin sistema de drenaje, sin calles pavimentadas y con un nivel de inseguridad muy alto. El transporte público es muy escaso y no siempre confiable. No tenemos acceso a servicios de salud cerca ni atención médica regular. Y las escuelas están lejos, lo que complica el día a día de muchas familias.
Además, la luz eléctrica es inestable. Hay cortes inesperados y, cuando pasa, se tarda mucho en restablecerse. Por las noches, todo queda oscuro y eso agrava la inseguridad. No hay luminarias suficientes y las pocas que hay no siempre funcionan bien. Es peligroso para todos, pero sobre todo para los niños y las mujeres.
¿Tienen acceso regular al agua potable? ¿Cómo resuelven esa necesidad?
No, no tenemos red pública de agua potable. Dependemos de pipas, que a veces tardan días en llegar. Y aunque llegan, esa agua no siempre es segura. No se puede beber. Muchas veces está sucia o viene con residuos. Por eso tenemos que comprar agua embotellada para beber y cocinar. Pero eso es un gasto que no todas las familias pueden costear. Yo he visto gente que tiene que elegir entre comprar un garrafón o comer ese día. Eso es lo que duele: saber que el agua, algo tan básico, se ha convertido en un lujo.
¿Qué tan accesibles son los servicios de salud en su comunidad?
Muy poco accesibles, la verdad. Aquí en la colonia no hay médico. No tenemos ni una pequeña clínica ni un consultorio con atención básica. Si alguien se enferma, tiene que ir al centro de salud de Tetecalita, que está retirado. El problema es que allá sólo dan entre cinco y siete fichas al día, y sólo una por familia. Muchas veces haces el viaje y no alcanzas turno.
Si tienes un problema de salud más delicado, tienes que buscar atención en Emiliano Zapata o en consultorios particulares, pero eso implica un gasto fuerte. ¿Y si no tienes dinero? Pues ni modo, te aguantas o te automedicas. Eso es lo que más hacemos aquí: automedicarnos, arriesgarnos.
Además, llegar hasta Tetecalita no es fácil. No hay transporte constante, y si ha llovido, los caminos de terracería se llenan de lodo. Es peligroso caminar por ahí. Ya ha habido casos de gente que se ha resbalado, que ha tenido accidentes, y ni una ambulancia puede entrar rápido.
¿Cuentan con drenaje? ¿Cómo manejan las aguas residuales?
No tenemos sistema de alcantarillado. Cada familia tiene que construir su propia fosa séptica, y eso, además de costoso, no es una solución permanente. Las fosas se llenan cada cierto tiempo, dependiendo del número de personas que vivan en cada casa. Cuando ya están saturadas, comienzan los olores, la filtración en la tierra, la aparición de moscas y mosquitos. Es insalubre.
Esto ha provocado muchas enfermedades, especialmente gastrointestinales y en la piel. Los niños son los más vulnerables. Algunos padres han tenido que llevar a sus hijos al hospital por infecciones que claramente vienen de ese foco de contaminación. Vivimos con el miedo constante de enfermarnos, porque el entorno en sí ya es riesgoso.
¿Qué tan segura es la colonia?
La seguridad es prácticamente inexistente. Rara vez vemos una patrulla. Cuando ocurre un robo o algo peor, puedes llamar y se tardan más de una hora en llegar, si es que vienen. Hay muchos robos, asaltos, incluso a plena luz del día. La gente tiene miedo. Hemos pedido cámaras de seguridad, más rondines, pero no hay respuesta. Estamos olvidados.
Vivimos con la incertidumbre constante. Cuando mi hijo adolescente sale en la tarde, me quedo con el alma en la mano hasta que regresa. Y no debería ser así. Todos tenemos derecho a vivir tranquilos, sin miedo, sin tener que encerrarnos temprano porque ya oscureció.
¿Han intentado dialogar con las autoridades? ¿Qué les han dicho?
Sí, hemos ido muchas veces al Ayuntamiento de Emiliano Zapata, al gobierno estatal, incluso hemos mandado escritos y hecho solicitudes formales. Pero todo son largas. Te dicen que sí, que ya lo están viendo, que lo van a agendar… pero nunca pasa nada. Es desesperante.
Sientes que no existes para ellos. Que, porque vivimos en una colonia humilde, sin lujos, no somos prioridad. Pero somos ciudadanos como cualquier otro, con derechos. Queremos soluciones, no excusas.
¿Qué mensaje les daría a otras personas que enfrentan condiciones similares?
Mi mensaje es claro: la única forma de avanzar es organizándonos. Yo sola no hubiera logrado nada. Fue con el apoyo del Movimiento Antorchista y de mis vecinos que conseguimos nuestro terreno. Lo mismo pasa con los servicios. El gobierno no va a venir por sí solo a resolver. Hay que presionarlos, exigirles, demostrar que somos muchos, que tenemos voz y fuerza.
A las colonias que pasan por lo mismo que nosotros les digo: no se queden callados, no se aíslen. Busquen apoyo, únanse a una organización que luche por ustedes. Nosotros, con Antorcha, aprendimos a exigir con dignidad y con organización. No ha sido fácil, pero estoy convencida de que sólo así se consiguen las cosas. Lo que no se arranca con lucha, no se obtiene nunca.
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