MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

ENSAYO | Estados Unidos y China: decadencia y futuro V/V

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V. China construye el camino hacia el socialismo

Diversos analistas, sociólogos, dirigentes políticos y científicos de la economía, la historia, etcétera, han caracterizado al gigante asiático de distinta manera; algunos la catalogan como país socialista, otros lo llaman país de capitalismo con características chinas, otros la ubican como una sociedad híbrida, que se puede llamar “socialismo de mercado”. Veamos:

Uno. El socialismo desarrollado no existe actualmente como tal en ningún país en el mundo, al menos como fue concebido por los grandes pensadores marxistas-leninistas. Hay países que están dirigidos por partidos comunistas que están tratando de construir el socialismo —como primera fase del establecimiento de la sociedad comunista—: Cuba, Vietnam, Corea del Norte y China, aunque no tengan todavía características plenas, dado el nivel de socialización de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción dominantes.

En China el Estado asigna 10.5 % de su presupuesto público a la educación;  casi 9 % a salud; a defensa casi 5 %; a investigación científica y tecnológica, 2.56 % del PIB. Tristemente, en México ese rubro alcanza apenas 0.27 %, uno de los más bajos del mundo.

Dos. En el caso específico de China podemos ver el grado de socialización de las fuerzas productivas conociendo su situación actual. En China la propiedad estatal en su conjunto representa 40 % del PIB; además, 68 % (867 mil empresas, en términos absolutos) del total de empresas existentes en el gigante asiático tiene un grado de participación estatal. Además, el Estado chino tiene el monopolio de la propiedad de las industrias llamadas estratégicas, tales como ferrocarriles, petróleo, telecomunicaciones, energía eléctrica y otras; actualmente China tiene más de 150 mil empresas de propiedad estatal sin participación privada.

Tres. La política fiscal del Estado chino le permite recabar una gigantesca riqueza que le permite aplicar esos recursos en construcción de infraestructura, en educación, en salud, en vivienda, en desarrollo científico y tecnológico, en desarrollo de proyectos espaciales y en desarrollo de la industria militar y equipamiento del ejército chino. Las tasas de impuestos que aplica el Estado chino: hay una tasa general para todas las empresas de 25 %, pero esta tasa se reduce a 20 % para las empresas con ingresos inferiores a 42 mil dólares o que tengan menos de cien empleados o que su capital sea menor a 4.2 millones de dólares. 

Las empresas de alta tecnología pagan solo 15 %. En Estados Unidos las tasas oscilan entre 10 % y 37 % —siendo 21 % la tasa federal más aplicada, lo que no obsta para que los gobiernos de los estados de la Unión Americana apliquen tasas adicionales que van de 1 % a 12 %—. Es muy importante, sin embargo, comparar en qué se gastan esos impuestos en Estados Unidos y en China respectivamente.

En Estados Unidos el gasto público aparentemente es muy alto en rubros como educación (14 %), en salud (24 %), en gasto militar (casi 11 %), en infraestructura (según el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos —DOGE, por sus siglas en inglés—, en las últimas décadas este gasto no ha pasado de 2.5 % del PIB y no representa más de 30 % del presupuesto público), y en el caso específico de construcción de carreteras interestatales, hace años que no se construye ni una sola.

Pero lo incuestionable es que, en la superpotencia capitalista, hay casi 40 millones de personas sin atención en salud pública y muchas de las quiebras personales de millones de norteamericanos se deben a que se han endeudado por pagos en operaciones y tratamientos médicos; y se sabe que 43 millones de estudiantes en Estados Unidos se han endeudado con las universidades y escuelas de nivel superior.

Y aunque los porcentajes en gasto público puedan parecer semejantes en las dos más grandes economías del planeta, es indudable que el dinero público que se emplea en Estados Unidos no tiene como finalidad principal ayudar a las capas trabajadoras a elevar sus niveles de vida, sino que muchos de los recursos públicos son utilizados como subsidios a las empresas capitalistas “para elevar su competitividad” en el mercado global; así tenemos que desde el año 2000, Boeing ha recibido 16 mil millones de dólares; Intel (tecnología) ha recibido 8 mil 400 millones de dólares; Ford 7 mil 700 millones de dólares; General Motors 7 mil 500 millones de dólares; Micron Technology 6 mil 800 millones de dólares; Amazon 5 mil 900 millones de dólares; hasta 2024 se calcula que los subsidios superan 70 mil millones de dólares.

En China el Estado asigna 10.5 % de su presupuesto público a la educación; casi 9 % a la salud; en defensa asigna casi 5 %. En investigación científica y tecnológica, China destina 2.56 % del PIB (tristemente, en México ese rubro alcanza apenas 0.27 % del PIB, es decir, en México tenemos uno de los presupuestos más bajos a nivel mundial).

En infraestructura tradicional e infraestructura digital, se calcula que el Estado chino asigna hasta 30 % de todo su presupuesto público.

Los datos no mienten: en China en las últimas décadas 800 millones de personas han dejado la pobreza. Ningún país en el planeta ha podido realizar tal proeza económica y social.

El mérito de Deng Xiaoping fue comprender que la ruta que llevaba China en la búsqueda de construir una sociedad socialista, con las políticas aplicadas desde 1949, no permitiría al gran país asiático desarrollarse; Deng entendió la necesidad de un cambio en la economía se hacía cada vez más patente, al grado de que hubo regiones en las cuales los campesinos se negaron a mantener la propiedad colectiva, y se repartían la tierra de forma clandestina para evitar la represión del Estado.

El gran desarrollo de China comenzó cuando Deng Xiaoping aplicó las reformas que permitieron la liberación del mercado chino. Las primeras medidas que instrumentó Deng Xiaoping fueron permitir que existieran los pequeños propietarios privados, los cuales comenzaron a vender, conforme ocurre dentro de cualquier país capitalista.

Para Deng Xiaoping no bastaba la liberalización del mercado; era necesario avanzar en la preparación de cientos de miles de profesionistas que supieran aplicar sus conocimientos en la producción, en la administración y en el comercio. Por esta razón se mandaron cientos de miles de estudiantes chinos a estudiar en universidades de Estados Unidos y de otras partes del mundo (el gobierno norteamericano estuvo de acuerdo en recibir a miles de estudiantes chinos, y a Deng le dijeron algunos miembros del PCCH que se corría el peligro de que muchos estudiantes ya no regresaran, a lo que Deng contestó: “si de diez estudiantes que salen al extranjero, regresa uno, esos será un triunfo”).

A China se le acusó de robarse las patentes de muchos productos norteamericanos, europeos y japoneses; sin embargo, lo que hacía China era comprar en el extranjero productos de alto contenido tecnológico e, imitando los diseños y las tecnologías extranjeras, los adaptaba a las condiciones de China.

Las empresas que producían unos cuantos cientos de productos que se podían vender en alguna región, comenzaron a producir más y más, dada la creciente demanda; pronto abarcaron nuevos territorios para la venta; en algunos casos pasaron a vender en todo el territorio chino; pasaron, por tanto, de producir miles a cientos de miles y finalmente millones de productos. Las reformas de Deng Xiaoping liberaron las gigantescas fuerzas productivas que yacían en el seno de la sociedad china.

Deng Xiaoping no se conformó con esta medida, pues él personalmente visitó países como Estados Unidos, Alemania y Japón, países en los cuales, en aquellos años ochenta, sus ingresos les permitían a los ciudadanos tener televisores, refrigeradores, etcétera, lo cual fue algo que motivó a los trabajadores chinos de esa época a buscar un desarrollo, si no igual, por lo menos cercano al de esos países del capitalismo desarrollado.

La idea de Deng Xiaoping fue desde entonces hacer hincapié en que el desarrollo de China obedecía a que se convirtiese en una nación con desarrollo capitalista, pero sin abandonar la lucha por construir el socialismo. En ese sentido, el PCCH ha permitido y alentado el desarrollo de las relaciones capitalistas, pero no como lo han hecho las naciones donde gobierna la clase capitalista, sino que, como dirían los clásicos: “no es el mercado el que domina a la sociedad, sino que es la sociedad a través del Estado, quien domina al mercado”. Por tanto, el capitalismo chino está orientado a buscar el bienestar de la población trabajadora de China.

Algunos analistas dicen que, en China, por la “falta de un régimen democrático” —al estilo occidental—, existe la contradicción que, tarde o temprano, aislará a China del mundo y será la causa de su caída. Al respecto, es necesario señalar que lo que los ideólogos capitalistas consideran un grave error es, en realidad, el mayor acierto que hayan tenido los gobernantes comunistas de China.

¿De qué serviría una “democracia” occidental en China si esta “democracia” solo sirve para mantener la profunda desigualdad social, la explotación y la miseria de las masas trabajadoras? En el capitalismo llano, la gran burguesía mantiene el sistema de partidos que se alternan en el poder, pero esos partidos no se diferencian en sus propósitos esenciales, que son: mantener la gran acumulación de capital en unas cuantas manos, manteniendo en la explotación severa y la marginación de las masas trabajadoras.

El PCCH, mientras le garantice al pueblo chino su bienestar, su desarrollo social, en salud, en vivienda, en educación, en servicios y en cultura, hará muy difícil que logre instaurarse la tan sobada “democracia occidental”.

Estados Unidos está en decadencia; su decadencia es la decadencia del imperialismo y China es la sociedad cuyo modelo económico es el más avanzado, aun no representando a una sociedad socialista. Y, sin embargo, ese modelo representa una sociedad que prepara a la sociedad para la llegada del socialismo.

Marx sigue siendo el pensador y filósofo más científico y su doctrina, el materialismo dialéctico e histórico, sigue siendo la herramienta más científica y certera para analizar el desarrollo de la sociedad. En “La contribución a la crítica de la economía política”, Marx dice: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.

De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”.

Y, precisamente, son las relaciones de producción del viejo capitalismo imperialista las que se han convertido en las poderosas trabas para que se puedan seguir desarrollando las fuerzas productivas; la revolución social que ha surgido de ese choque entre relaciones de producción y desarrollo de fuerzas productivas es el surgimiento de un sistema híbrido; es una sociedad basada en la economía de mercado, pero en la que, a través del Estado, se controla al mercado, lo cual permite que las fuerzas productivas sigan desarrollándose. Es necesario, sin embargo, no equivocarse, creyendo que este sistema ya es el socialismo pleno.

La sociedad de China es una etapa de transición en la que un Estado dirigido por un partido comunista (PCCH) fuerte conduce a la sociedad hacia una sociedad socialista, y aunque no ha eliminado la desigualdad, ha dado pasos gigantescos para ir creando las condiciones materiales y superestructurales que permitan que en el futuro haya un socialismo plenamente desarrollado. Y si revisamos el surgimiento de los sistemas que anteceden al socialismo, podemos ver ejemplos nítidos, como cuando surgió el feudalismo; este nuevo sistema no apareció de la noche a la mañana, sino que, en el seno de la sociedad esclavista, se fueron dando fenómenos como el colonato en el Imperio romano (los esclavos eran manumitidos; a ellos, para interesarlos en la producción, se les entregaba en usufructo parcelas a cambio de entregar parte de lo que producían a los hacendados); era un sistema híbrido cuyas relaciones de producción hicieron nacer el feudalismo. 

Cuando surgió el mismo capitalismo, no surgió de golpe y porrazo, pues antes de que surgieran los grandes propietarios de fábricas, existieron los pequeños productores artesanales y los comerciantes, y solo hasta que la demanda de productos fue muy grande surgió primero la manufactura y luego la gran industria capitalista. Visto el desarrollo histórico de forma dialéctica y materialista, podemos decir que los grandes cambios sociohistóricos tienen fases en donde prevalecen los cambios cuantitativos, y llegado un momento ocurren los grandes saltos cualitativos (estos saltos son resultado de la acumulación de cambios cuantitativos).

Hay unidad y contradicción dialécticas entre continuidad y salto de calidad. En China, ese sistema híbrido que algunos caracterizan como socialismo y otros como “capitalismo chino”, es una fase en la que hay acumulación de cambios cuantitativos. El PCCH no debe perder de vista que la contradicción principal en la sociedad dividida en clases es la contradicción entre los dueños de los medios de producción y los que producen directamente la riqueza social.

Es claro, sin embargo, que el PCCH y sus dirigentes han aplicado con mucha claridad científica y mucha creatividad la teoría marxista-leninista. Hoy China es el polo que aglutina a los pueblos del mundo que se han dado cuenta de que el camino trazado por esta nación y los países del Brics y de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) está demostrando que el modelo chino es el futuro; que el imperialismo occidental está en plena decadencia; el dólar dejará de ser la moneda que permite el control imperial de la economía. China y sus aliados ya están trabajando para crear una arquitectura financiera que vaya dejando al dólar y permita que la sociedad humana avance en el largo camino que lleva hacia la sociedad sin clases sociales ni explotación.

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