Este término fue acuñado por la Universidad de Oxford y significa: podredumbre y deterioro del cerebro. Específicamente, hace referencia a los usuarios que hacen uso excesivo de redes sociales en internet.
El cerebro disminuye su habilidad de razonamiento ante estímulos externos. Por ejemplo, un trabajador conoce bien el camino a su lugar de trabajo; sin embargo, busca en el celular la ruta, pasando a depender del dispositivo en vez de desarrollar la memoria.
El cerebro disminuye su habilidad de razonamiento ante estímulos externos y cada vez dependemos más de los dispositivos que, en lugar de ayudarnos a pensar, lo hacen todo por nosotros.
Como este caso, se repiten varios: antes sabíamos los cumpleaños, números telefónicos, poemas, etcétera, de memoria. Hoy, quien nos dice todo eso es un aparato, y acaso recordamos una o dos cosas. La tecnología actual nos ha llevado a dejar de ejercitar el cerebro.
Un estudio de la Universidad de Atlantis City, en Florida, indica que actualmente los estudiantes no pueden leer un libro completo por falta de atención y concentración, porque se han acostumbrado a los estímulos externos de las redes sociales.
A este paso, podemos llegar a un caso parecido al de la película Wall–E (Disney, 2008), donde vemos a las personas obesas en una nave flotante y con una pantalla enfrente, sin la mínima capacidad de pensar.
Los algoritmos que primariamente fueron diseñados para facilitar y hacer más dinámico el aprendizaje, hoy son un obstáculo para el pensamiento lógico, pues han generado una dependencia total del cerebro a los dispositivos.
Esto facilita también la manipulación de mente y acción, como en el caso de un algoritmo de ganancia donde ya no se reflexiona si es verdadero o falso: simplemente se toma, por ejemplo, la oferta de un sillón por siete pesos.
¿El comprador reflexiona, piensa, toma en cuenta ventajas y desventajas? No, sólo piensa en un beneficio inmediato. Lo mismo sucede con los juegos, las apuestas y la solución de los retos que enfrentamos.
Se puede argumentar que el avance tecnológico también ha tenido sus resultados y que, así como pasamos de las operaciones aritméticas a mano, llegamos a la calculadora; pero eso fue un avance moderado comparado con los avances de las redes sociales y la inteligencia artificial.
El uso de estos aparatos y plataformas nos envuelve al punto que genera adicción, nos roba horas de dormir y, consecuentemente, nos vuelve más irritables, además de afectar la salud mental.
Un estudio en España ha revelado que el 20.22 % de los adolescentes de entre doce y dieciocho años que pasan más de dos horas al día conectados a TikTok aseguran que, al desconectarse de la aplicación, el sentimiento predominante es una menor autoestima.
El asunto viene al caso porque quienes de alguna forma estamos frente a grupo con adolescentes tenemos cierta responsabilidad de darles a los estudiantes herramientas para que desarrollen su capacidad cerebral; de impedir que se anule su capacidad cognitiva, de retención, de comprensión lectora, de concentración y pensamiento lógico, entre otros, evitando llegar a una distopía muy parecida a la planteada en Wall–E.
¿Qué podemos hacer?
No podemos impedirles el acceso a estas plataformas, esa es una realidad: allí juegan, socializan y pueden conocer cosas nuevas e interesantes también. Lo que sí podemos hacer es moderar el tiempo y consumo al que acceden. Muchos padres aseguran: “mi hijo no accede a esos contenidos” y hasta les prohíben el celular, pero dejan que el joven pase horas en la computadora en casa.
Creo que lo más responsable que podemos hacer es preguntar: ¿qué investigas?, ¿cuánto tiempo?, ¿para qué ocupas saber eso? En las redes sociales existe contenido muy bueno, que enseña y aporta información interesante; pero es importante inculcar la distinción entre lo bueno y lo malo, y entender que ese también es un aprendizaje.
La adicción a las pantallas provoca no sólo daños cerebrales, como dejar de razonar: también causa daños físicos, como dejar de dormir, daños visuales y daños en nuestra estructura ósea (cabeza baja, dolores en el cuerpo, columna vertebral e incluso accidentes por ir pegados al teléfono).
En la parte emocional, el uso excesivo de estos dispositivos nos conduce al aislamiento, a la depresión, la ansiedad, el estrés, la baja autoestima, etcétera, porque se comparan con estándares de belleza, de popularidad, de éxito, de fortuna de todos los influencers que se promocionan en las redes.
Algunas reflexiones:
Los influencers son gente que tiene recursos para malgastar su dinero en cosas banales y que el mismo sistema ocupa para distraernos de educarnos, de ser mejores hombres y mujeres. ¡No se dejen engañar!
Aplaudo la Espartaqueada Nacional Cultural del Movimiento Antorchista (edición XXI–2025), porque es el único intento serio de apartar a nuestros jóvenes de ese mal llamado brainrot y llevarlos a ser más humanos, solidarios y luchar por una patria mejor.
Aprovecho para reconocer la labor de la revista Buzos de la Noticia, que, gracias a sus colaboradores, nos da una publicación amena y con un contenido interesante y crítico. ¡Felicidades por su 25 aniversario a todos!
Felicito a la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” por su 26 aniversario y porque todas sus acciones ayudan a combatir este mal entre los estudiantes.
Así pues, el MAN es la única organización que lucha contra corriente para combatir el brainrot, organizando de manera palpable eventos culturales y deportivos.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario