En el estado de Hidalgo, mientras la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2025 revela que los hidalguenses dedican 65.6 horas semanales al trabajo -la cifra más alta a nivel nacional-, los indicadores de informalidad y pobreza laboral pintan un panorama desolador para quienes sostienen la economía local. Esta contradicción no es accidental, sino el síntoma de un sistema económico fracturado que privilegia la acumulación sobre la dignidad humana, donde la explotación se normaliza bajo el discurso de la "productividad" y el "emprendedurismo".
La economía de Hidalgo ha estado históricamente caracterizada por elevados niveles de informalidad laboral. Durante 2024, las tasas de informalidad se mantuvieron en niveles críticamente altos: 70.9% en el primer trimestre, 72.9% en el segundo, 70.5% en el tercero y 70.7% en el cuarto trimestre . Estas cifras indican que aproximadamente 7 de cada 10 trabajadores hidalguenses carecen de empleo formal con seguridad social, prestaciones laborales y salarios dignos. Y la participación del sector informal en la economía sigue creciendo, el reporte “Mediciones de la Economía Informal Trimestral por Entidad Federativa (MEITEF)” al cierre del primer trimestre de 2025 señala que Hidalgo ocupa el cuarto lugar a nivel nacional en crecimiento anual del Valor Agregado Bruto (VAB) con 6.2%.
La capital hidalguense es ejemplo de todo esto. Al cierre de 2024, Pachuca se posicionó como la octava ciudad del país con mayor informalidad laboral, registrando un 52.3% de informalidad. Además, de las 242,593 personas ocupadas en la capital hidalguense, el 28.6% se encontraba en el sector informal y el 7.8% estaba subocupada, es decir, forzada a mantener dos o más empleos para sobrevivir. Cuando el ingreso por hora es insuficiente, la única estrategia de supervivencia disponible es vender más tiempo, aun a costa de la salud, la vida familiar y el desarrollo personal.
Frente a esta realidad, las instituciones gubernamentales han respondido con programas de "fomento al emprendedurismo". El Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Hidalgo (Icathi) reportó la incubación de 62 personas con proyectos productivos en 2023 y 92 empresas en 2024. Si bien estas iniciativas son positivas en teoría, en la práctica resultan insuficientes frente a la magnitud del problema. La mayoría de estos "emprendimientos" son simplemente micro negocios informales que reproducen las condiciones de precariedad más que resolverlas.La promoción del emprendedurismo como solución única se convierte en una estrategia de desplazamiento de responsabilidades: el Estado abandona su obligación de generar empleos dignos y traslada a los trabajadores la carga de sobrevivir en condiciones adversas.
La combinación de informalidad y largas jornadas tiene consecuencias concretas en la calidad de vida de los hidalguenses. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la pobreza laboral afectaba al 31.4% de la población económicamente activa ocupada en Hidalgo al cierre de 2024. Esto significa que casi uno de cada tres trabajadores no cuenta con ingresos suficientes para adquirir la canasta alimentaria básica para sí mismo y su familia. La pobreza laboral es quizá el indicador más crudo de que quienes dedican la mayor parte de su tiempo al trabajo no reciben suficiente a cambio para satisfacer sus necesidades más elementales. Esto evidencia que la pobreza no es resultado de la flojera o incompetencia de los trabajadores -como a menudo sugieren discursos neoliberales-, sino de estructuras económicas que sistemáticamente explotan y extraen la plusvalía de los trabajadores en favor de una minoría.
Ante la insuficiencia crónica de ingresos, el endeudamiento se convierte en la única estrategia de supervivencia para muchas familias. Isabel Martínez Rodríguez, directora de Financiamiento y Créditos de Credi Ayuda Maestra para América Latina, señala que en Hidalgo más del 70% de la población entre 18 y 29 años que trabaja tiene deudas impagables. Esta situación es resultado combinado del "mal manejo de sus finanzas personales y la precariedad laboral que ha disminuido el poder adquisitivo". El problema fundamental, sin embargo, no es el "mal manejo" individual de las finanzas sino la estructura económica que hace inevitable el endeudamiento. Cuando los ingresos son insuficientes incluso para cubrir necesidades básicas, las familias no tienen otra opción que recurrir al crédito -frecuentemente en modalidades informales con tasas abusivas- para sobrevivir.
La paradoja de la crisis laboral hidalguense -trabajar más para ganar menos- es espejo de una crisis más amplia donde el valor del trabajo humano ha sido sistemáticamente depreciado en favor de la acumulación financiera. Los datos del INEGI, CONEVAL y otras instituciones no son sólo números: representan vidas concretas de personas que dedican la mayor parte de su tiempo consciente a actividades laborales que no les permiten vivir con dignidad. Representan jóvenes condenados a deudas impagables desde el inicio de su vida productiva, mujeres triplemente explotadas por su género, clase y condición laboral, familias enteras que no logran superar la pobreza a pesar de trabajar jornadas extenuantes.
Revertir esta situación requiere más que políticas paliativas o promesas de emprendedurismo; requiere intervenciones estructurales que reconozcan el trabajo como base de la dignidad humana y no como mera mercancía sujeta a las leyes de oferta y demanda, se requiere un modelo donde el trabajo vuelva a ser fuente de dignidad y no de explotación.
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