MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La odisea de los jornaleros indígenas

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El 22 de julio de 2025 conocimos la noticia —que más tarde se convirtió en tragedia— de la desaparición del niño Brayan al caer en un canal en la presa El Jileño. Los medios de comunicación y las redes sociales se llenaron de información; lo que resaltó mi interés es que Brayan era hijo de jornaleros agrícolas indígenas de origen wirárika.

Se dice que para saber lo que pasa en nuestra sociedad debemos estudiarla, conocer los fenómenos que ocurren y cuál es la forma de cambiarlos. Intentaré exponer algunas ideas que espero sirvan a quien las lea para comprender por qué sucedió la tragedia y por qué las cosas malas suceden mayormente a la gente pobre. 

La familia del pequeño Brayan es un caso de muchos que, al no haber empleo en la sierra del Nayar o La Yesca, se ve obligada a emigrar a los campos de cultivo.

Martha Harnecker en su obra ¿Qué es la Sociedad? lo expone de la siguiente manera: “Si queremos transformar nuestra sociedad en una nueva sociedad, tenemos que ser capaces de enraizarnos en su historia, de comprender cuáles son sus características fundamentales en la actualidad: su carácter capitalista dependiente, el papel que juega en ella el capital extranjero y diagnosticar con qué fuerzas sociales se puede contar para cambiar la situación de opresión y miseria en la que viven nuestros pueblos”.

La familia del pequeño Brayan es un caso de muchos que, al no haber empleo en la sierra del Nayar o La Yesca, se ve obligada a emigrar a los campos de cultivo de municipios como Santiago Ixcuintla, donde bajan al corte de mango y tabaco; Tepic, al corte de aguacate y café; San Blas, al corte de mango y yaca, sólo por poner ejemplos.

Las familias —mamá, papá y en ocasiones más de tres hijos— dejan sus humildes viviendas y llegan al campo a emplearse como jornaleros; todos trabajan: niños, jóvenes y adultos. El tiempo que duran en la costa puede ser meses, mientras haya jornal.

Ya podrá usted imaginar las condiciones en que viven los jornaleros, hacinados en los albergues; es muy común verlos lavar su ropa y asearse en los canales que llevan agua para el riego, lo que nos indica que no es agua limpia; los niños dejan de estudiar, no se atienden los problemas de salud y cuando regresan a casa vuelven igual que cuando bajaron, sin dinero y sin riqueza.

Del caso de la familia de Brayan sabemos que su papá estaba trabajando en el corte de mango cuando los niños se acercaron al canal, seguramente para refrescarse pues las temperaturas en la costa son elevadas, y lamentablemente en un descuido sucedió la desgracia.

Los niños están expuestos a todo tipo de peligros que en su inocencia no pueden detectar; los padres cargan con sus hijos pues no hay dónde ni con quién dejarlos, a sabiendas de los peligros no queda de otra más que jugársela y trabajar para tener para alimentarlos.

Los indígenas han sido, durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, el foco y el punto exacto para decir que se hace justicia y que se les reconoce como pueblos originarios. ¿De qué justicia habla la presidenta? ¿Tienen cara los políticos para ir de frente con los padres de Brayan y decirles que ahora todo está mejor para los indígenas?

La presidenta Claudia Sheinbaum estuvo en Mesa del Nayar el pasado mes de junio donde reconoció a los pueblos indígenas y afromexicanos como el origen de nuestro país, recalcó la entrega de 97 millones de pesos del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social para los Pueblos y Comunidades de México para beneficiar a cincuenta y siete comunidades; de acuerdo con su información el recurso deberá utilizarse para la realización de obras de agua potable, mejoramiento de vivienda, drenaje y letrinas.

La presidenta estuvo en la sierra del Nayar, lugar de origen de los jornaleros que he descrito a grandes rasgos, ¿son ellos a quienes se les hace justicia? ¿Cuántos niños tiene que seguir padeciendo la indolencia del gobierno? ¿Cuántos niños bajarán y luego ya no regresarán a sus humildes casas con vida? 

Debo recalcar que es la necesidad la que orilla a los indígenas a vender su fuerza de trabajo a cambio de horas de trabajo extenuantes, con bajos salarios y en condiciones deplorables. Eso no es hacer justicia. Que un padre esté en zozobra por no tener para alimentar, curar o vestir a su familia es una injusticia que debemos detener todos.

Hablo a través de este escrito por todas las personas que sentimos profundamente la muerte de Brayan, pero quisiera que no sólo nos lamentemos y que, al cabo de unos días, lo olvidemos; la clase trabajadora del campo, de las fábricas, las amas de casa, profesores, doctores, transportistas, no hay un solo mexicano que sea la excepción ante los problemas actuales que cada día se vuelven más crudos y dolorosos.

Hago un llamado al pueblo, somos mayoría y podemos actuar en consecuencia haciendo uso de nuestra fuerza como clase trabajadora, luchando y exigiendo que se haga justicia y, en un futuro cercano, tomar las riendas de este país y gobernar para el bien común.

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