MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Frenar a China o al imperio?

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En una reunión organizada por la American Society of Mexico, cuyo principal patrocinador fue el Grupo Salinas, se le dio la bienvenida al nuevo embajador de los Estados Unidos de Norteamérica, Ronald Johnson, cuyo perfil militar y de inteligencia se reveló a su llegada: fue embajador de El Salvador (2019-2021); enlace de ciencia y tecnología de la CIA; asesor especial del Comando Sur en Miami; parte de las Boinas Verdes; estudió una maestría en Inteligencia Estratégica. Como se ve, fue nombrado para intervenir en México, so pretexto de los cárteles de las drogas, pues no descartó “acciones militares en México contra cárteles sin autorización previa si ciudadanos estadounidenses estuvieran en riesgo”, así lo dijo en una audiencia ante el senado norteamericano (La Derecha Diario, 9 de abril de 2025).

En esta recepción, me llamó la atención una nota que se publicó en el diario Reforma del domingo 13 de julio del presente año, la cual dice lo siguiente: “Pide embajador frenar a China”, en la cual Ron (sic) Johnson, “llamó a México a detener la expansión económica de China, durante su intervención en una velada que le organizó la American Society, que preside Larry Rubin”.

Llama poderosamente la atención esta petición (reclamo) del embajador de Estados Unidos en México. Norteamérica se ha caracterizado por exigir al mundo “libertad de comercio”; sin embargo, ese discurso contrasta con la petición que hace el embajador a los mexicanos. Efectivamente, se contradice pues por esas mismas fechas el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció el 30% de aranceles a México y en estos días también se anunció un arancel del 17.09% contra el jitomate mexicano, es decir, se usan acciones coercitivas para frenar la expansión económica de México. Entonces, en lugar de parar a China, ¿no deberíamos parar al imperio norteamericano y sus políticas anti libre comercio, contrarias a su propia filosofía?

En el mundo capitalista priva la ley del más fuerte en la economía y esa ha sido la exigencia de Estados Unidos desde los años 90. No se nos olvide la presión que ejerció sobre nuestro país para que firmáramos el Tratado de Libre Comercio, el tristemente célebre Tratado de Libre Comercio (TLCAN); más tarde lo modificaron para instituir el T-MEC, acuerdo comercial que a la llegada de Donald Trump nuevamente al poder está violentando con su guerra comercial sucia. ¿Por qué hay que parar a China que rebasó económica, científica y tecnológicamente a Estados Unidos con las reglas puestas por  Estados Unidos? ¿Estados Unidos no puede competir con China o ya se rezagó y quiere frenar imperialmente a los rivales que ya le superaron? Hay que parar al imperio, no a China.

Carlos Marx anunciaba la indefectible contradicción del sistema capitalista con el descubrimiento de una serie de leyes que ponían al desnudo su inevitable descomposición, destrucción y el nacimiento de un mundo nuevo como resultado de la muerte del viejo sistema. Efectivamente, descubrió que el motor del enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de la inmensa mayoría de la sociedad (que es la que trabaja y crea la riqueza de la cual no disfruta, es el trabajo enajenado, el trabajo realizado por el obrero, pero no pagado por el patrón; es decir, la plusvalía).

Descubrió también la contradicción fundamental del capitalismo, que señala que la producción tiene un carácter social, mientras que la distribución de la riqueza tiene un carácter privado, de tal suerte que todos los productos son elaborados por la sociedad; sin embargo, a la hora de distribuir la riqueza de lo producido, los trabajadores sólo reciben una ínfima parte de esa riqueza en forma de salario, mientras que los dueños de los medios de producción se llevan la parte del león.

Puso de relieve también la ley general de la acumulación capitalista, que señala que cuanto más rico y desarrollado es un país capitalista; es decir, cuanto más capaz es de producir mercancías en cantidad y calidad, resulta que la condición de las clases trabajadoras es cada vez peor; viven los trabajadores del mundo una especie de tormento de Tántalo, el cual tenía hambre y sed, pero vivía rodeado de frutos frescos y apetitosos, lo mismo que tenía el agua hasta el cuello; sin embargo, cuando estiraba la mano para alcanzar un fruto, simple y llanamente no podía cogerlo, pues se le alejaban; al tiempo que cuando quería tomar agua agachándose, el agua se transminaba en el suelo hasta dejar seco el lugar, de tal suerte que vivía atormentado. Así el pueblo trabajador que es quien produce la riqueza, pero no disfruta de ella y, conforme más progresos hay, peor es la condición de vida de los trabajadores.

Finalmente, llegado a un punto de su decadencia, dice Marx, haga lo que haga el capitalismo está condenado a su fracaso, a su muerte, para el nacimiento de algo nuevo. Este algo nuevo puede ser una sociedad más justa y mejor, o puede ser la destrucción del sistema, cualquiera de las dos cosas es posible. En el primer caso, basta con que la contradicción fundamental se rompa: si la producción tiene un carácter social y la distribución de la riqueza producida no; entonces, la distribución de la riqueza debe tener un carácter social y para ello se requiere de la socialización de los medios de producción; en el segundo caso, si los poderosos capitalistas enloquecidos no quieren una sociedad colectiva y mejor, entonces, lanzarán sus bombas contra la humanidad acabándose ellos y acabando a la humanidad, en otras palabras: “o somos nosotros los capitalistas acumuladores de riqueza quienes gobernemos el planeta y sus riquezas con nuestras reglas, o no lo es nadie”. El mundo de lo privado se quiere imponer sobre el mundo de lo social, aunque el mundo de lo privado requiere para vivir el esfuerzo de la sociedad. Ahí está la contradicción que hay que romper y solo los pueblos conscientes y organizados serán capaces de hacerlo.

China, sobre las bases de la economía de mercado, desde la Reforma y Apertura, aprendió la necesidad de renovarse, de adecuarse al mundo moderno, pero con una diferencia sustancial. La clase gobernante en China no son los grandes empresarios, es, por el contrario, el pueblo organizado en el Partido Comunista de China, el cual ha puesto de relieve que todo lo que se haga tiene que estar pensado en el pueblo. Así se explica que en tiempo récord sacaran de la pobreza extrema a millones de chinos y se convirtieran en la nación más desarrollada en materia de innovación científica, rebasando a Estados Unidos.

Hace 10 años, cuando una empresa china productora de baterías se propuso crear carros eléctricos, Elon Musk se burló de dicha empresa, riéndose de sus primeros modelos. Hoy BYD, tiene el récord en ventas de vehículos eléctricos del mundo, por encima de Tesla de Musk, quien ahora ya no se burló de ella, sino que pidió que se le frenara. Están perdiendo la batalla y sólo les queda el uso de la amenaza y la fuerza para parar lo que no podrán parar ya.

Llega a nuestro país en estos días el nuevo embajador de la República Popular China, S.E. Chen Daojiang. Le decimos que es bienvenido y que los antorchistas no estamos a favor de que el imperio capitalista ultraderechista gobierne los destinos del mundo; por el contrario, estamos de acuerdo con la construcción de un mundo multipolar y pacífico para el bien de la humanidad y estamos seguros de que China, con su ejemplo y desarrollo, puede jugar un papel crucial para tal propósito.

 

 
 
 
 
 
 
 

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