Tabasco enfrenta un desplome en la producción de una de sus semillas más emblemáticas, pese a inversiones millonarias y programas federales que no logran revertir la tendencia
Cada 7 de julio, el mundo rinde homenaje al cacao, una semilla milenaria que ha formado parte de las civilizaciones mesoamericanas durante siglos.
Este evento fue instaurado en 2010 para reconocer su papel en la historia, la salud y las tradiciones de consumo, destacando su desarrollo desde que era usada como moneda entre los diferentes grupos indígenas hasta evolucionar en lo que es hoy, un dulce mundialmente conocido.
Normalmente, el Día Mundial del Cacao intenta servir de impulso para los cultivos sostenibles y prácticas justas que beneficien a los pequeños y grandes productores a través de la realización de eventos, degustaciones y campañas informativas para promover la apreciación del cacao y sus derivados, subrayando que su valor va más allá de lo relacionado al mero consumo y disfrute del producto para convertirse en vínculo cultural, social y económico. Asimismo, busca impulsar convenios de cooperación internacional que reconozcan el valor en la historia cultural de este alimento, considerado sagrado en tiempos antiguos.
El estado que encabeza la producción de cacao en México es Tabasco, seguido de cerca por Chiapas. Aunque otros estados como Guerrero también producen cacao, Tabasco y Chiapas concentran la mayor parte de la producción nacional.
Actualmente, Tabasco se enfrenta a una situación difícil en cuanto a crecimiento en la producción, ya que la tendencia parece ser a la baja, derivado de problemas climatológicos provocados por el calentamiento global, plagas y hasta las sequías prolongadas, las cuales, el año pasado, redujeron a 15 mil toneladas la producción estatal, cuando el promedio ha oscilado entre 17 mil y 18 mil toneladas anuales.
Un producto milenario
Los orígenes de la palabra “cacao” se remontan a las lenguas mesoamericanas; es posible que el vocablo provenga del náhuatl “cacahoatl” o “cacahuatl”, que significa “agua amarga” o “jugo amargo”; o del maya “kakaw” y, más allá, hasta una raíz proto-mixe-zoque *kakawa.
La palabra “cacao” es, pues, una aportación lingüística que ha circulado y evolucionado entre diferentes culturas mesoamericanas antes de llegar a otras lenguas. Si bien México fue uno de los primeros países en cultivar y consumir cacao, y su nombre deriva de lenguas mesoamericanas, el árbol del cacao es originario de Sudamérica, donde se encuentra la mayor diversidad de especies.
Anteriormente, se creía que el cacao se originó en la región amazónica de Ecuador, donde se habían encontrado las evidencias más antiguas de su cultivo y uso. Sin embargo, estudios recientes demuestran que en la Amazonía peruana, específicamente en el valle del Marañón, en la región de Jaén, Cajamarca, se ubican las evidencias del cacao más antiguo conocido, que data de hace 5 mil 300 años.
Los hallazgos se hicieron posibles gracias a un grupo de 23 científicos de diversas nacionalidades liderados por el arqueólogo Quirino Olivera y dirigidos por la genetista francesa Claire Lanaud; ellos realizaron varios descubrimientos, entre los que se encuentra una mazorca de cacao tallada en piedra, considerada el eslabón más primitivo de la domesticación de esta planta en la Amazonía. Esto sugiere que el uso del cacao en esta zona podría tener más de 6 mil años.
En Mesoamérica, el cacao se utilizaba como bebida, ofrenda y hasta como moneda, especialmente en las culturas olmeca, maya y azteca.
Una producción que ha venido de más a menos
El cacao de Tabasco es reconocido por su calidad y sabor, y se exporta a países como Estados Unidos, Europa y Japón, donde se valora no sólo su calidad, sino también los métodos de producción sostenibles y orgánicos que se implementan en muchas fincas.
En sus mejores tiempos Tabasco llegó a producir entre 30 mil y 35 mil toneladas del grano; sin embargo, tiempos después llegaron las enfermedades, las plagas, la sequía provocada por el cambio climático aunado a la corrupción de los dirigentes de las uniones y asociaciones de productores, provocando que la cosecha disminuyera drásticamente, a tal grado que en los últimos años la producción ha girado alrededor de las 18 mil toneladas, llegando a su nivel más bajo el pasado 2024 cuando la cosecha alcanzó apenas 15 mil toneladas.
Aun así, Tabasco se mantiene a la cabeza, aportando el 77 % de la producción nacional. Una de las plagas más temidas es la moniliasis del cacao, que es una enfermedad causada por un hongo que afecta las mazorcas especialmente en condiciones de alta humedad; pero también las sequías prolongadas atribuidas al cambio climático han causado estragos, afectando el crecimiento y la floración de las plantas.
Otra de las situaciones que complican la producción es la excesiva fragmentación de las tierras, que eleva los costos y falta de rentabilidad para los campesinos, lo cual ha provocado el abandono de los cultivos y la migración a otras actividades. El envejecimiento de las plantaciones y su falta de sustitución por otras nuevas es otro factor presente.
Una plaga terrible: la corrupción
En la desaparecida Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH) se asientan datos de cómo Tabasco llegó a ser un centro cacaotero con una producción anual de más de 50 mil toneladas. Incluso, la Unión Nacional de Productores de Cacao (UNPC) se daba el lujo de cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores.
El diario Novedades de Tabasco ha documentado cómo con la caída de la producción de cacao también se vino abajo la fábrica de chocolate Industrializadora de Cacao de Tabasco, ubicada en la cabecera municipal de Cárdenas, que tuvo su auge en la década de 1980 y era considerada única en América Latina por su sistema computarizado y por distribuir diferentes variedades de productos a base de chocolate a los mercados nacional e internacional.
A pesar de que entre 2014 y 2017 se invirtieron 150 millones de pesos para recuperar la producción —más de 50 millones por parte del gobierno del estado y los 100 restantes por la trasnacional Nestlé, como parte del llamado Plan Cacao—, nunca funcionó. El rescate del sector cacaotero se planteó en septiembre de 2013, cuando el gobernador Arturo Núñez Jiménez tomó protesta a la nueva mesa directiva de la Unión Nacional de Productores de Cacao (UNPC), encabezada por Esteban Elías Ávalos. Pero todo se quedó en el escritorio.
Pese a programas, continúa debacle
A pesar de que desde febrero de 2019 inició el funcionamiento de programas como Sembrando Vida, con una inversión inicial en Tabasco de 15 mil millones de pesos, no ha demostrado su efectividad en el estado, ya que los resultados no se ven reflejados en un incremento en la producción.
El programa inició como parte de una iniciativa federal para revertir la pobreza rural y la degradación ambiental y “generar arraigo a la tierra, restaurar el sentido comunitario y promover el relevo generacional en el campo”; sin embargo, en 2024, a cinco años de haber iniciado, los resultados, al igual que los programas de rescate de otros gobiernos, no se han materializado.
Pero no en todos los casos es igual; estados como Chiapas, cuya producción anual ronda las 12 mil toneladas y aporta aproximadamente el 40 % de la producción nacional de cacao, ha registrado en 2024 un crecimiento del 30 %.
¿Dinero bueno al malo?
A pesar de lo anterior, el pasado mes de febrero del presente año, el gobernador Javier May anunció una inyección de 19 mil millones de pesos más a través de Sembrando Vida, con lo cual espera pasar de una superficie cultivada de 34 mil hectáreas a 50 mil, y elevar la producción de 17 mil toneladas anuales a 30 mil, “cuando la producción alcance su máximo desarrollo”; de esta forma se espera incorporar a 60 mil nuevos campesinos en esta actividad agrícola.
Este 19 de julio, la presidenta Claudia Sheinbaum visitó el vivero comunitario Primavera, ubicado en el municipio de Tacotalpa, y anunció que ahí se están produciendo las plantas de cacao que serán parte de Sembrando Vida Tabasco, con lo que se planea producir el cacao para el Chocolate Bienestar.
Aunque por lo pronto ha generado expectativa, también hay incertidumbre por la inercia que trae desde hace varios años la producción de la milenaria semilla y por la suerte que han corrido otros programas que también tienen el sello “Bienestar”, como el Gas Bienestar y otros programas de la 4T.
Todo indica que en vez de convertirse en receptores pasivos de los apoyos gubernamentales, siempre será recomendable que los trabajadores del campo y la ciudad mantengan la lucha constante y su unidad a toda prueba; sólo así podrán hacer valer sus intereses en todo momento; sólo así podrán evitar padecer el tormento de Sísifo, que una vez llegado a la cima, rueden por tierra, para verse en la necesidad de empezar todo de nuevo.
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