MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El populismo es Morena

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En los últimos años, el populismo, que es una ideología vieja y derrotada contundentemente por Lenin y Plejánov desde hace más de 130 años, que no tiene un único origen y un solo lugar donde se gesta, sino que ha surgido en distintos momentos históricos, renace y ha ganado terreno en la política de nuestro país.

Desde sectores “progresistas” hasta movimientos abiertamente reformistas, el populismo es presentado como una alternativa al neoliberalismo rapaz, un supuesto “poder del pueblo” que está en contra de los malos gobiernos, o frases que sintetizan tácticamente esto, utilizadas por la 4T con su discurso de: “con el pueblo todo, sin el pueblo nada” (frase utilizada por los jacobinos en la gran revolución francesa de 1789). 

Sin embargo, como marxistas-leninistas, debemos advertir que: el populismo no es ni una doctrina revolucionaria, ni una vía real hacia la emancipación de la clase trabajadora; es, en el mejor de los casos, una ilusión política; en el peor, una trampa para el pueblo.

Primero: la teoría populista sostiene que el pueblo es incapaz de realizar los cambios profundos que requiere la sociedad, que el pueblo es un masa indefensa, irreflexiva e ignorante, un montón de bobos que necesitan la figura de un líder fuerte (cualquier película o superhéroe de Marvel Cómics o DC Cómics, etc., no son casualidad, son promotoras precisamente de esta ideología), paternalista, casi siempre con tintes mesiánicos. Aquí no dejo de pensar en lo que dijo López Obrador, cuando comparó a los pobres con animalitos que tienen sentimientos, que necesitan que se les cuide y se les dé de comer. Esta declaración la podemos ver en el video del 1 de abril de 2019, que todavía está en YouTube. 

Este caudillo se presenta como el portavoz de los “intereses populares”, sin necesidad de una estructura partidaria sólida ni de una conciencia de clase desarrollada como propuso Lenin desde 1894 en su obra: “¿Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas?”. Para el marxismo-leninismo, la personificación del poder sustituye la organización consciente del proletariado y socava la necesidad de un partido revolucionario que dirija la lucha de clases.

Segundo: el populismo siempre trata de promover la conciliación de las clases profundamente antagónicas, la conciliación de la burguesía con el proletariado; recuérdese la gran participación de Carlos Slim Helú en obras del gobierno de la 4T; el hombre mexicano más rico de Latinoamérica saliendo en varias ocasiones de palacio nacional, o la declaración pública de López Obrador donde dice que en su gobierno a los ricos les ha ido muy bien y a las pruebas se remite; de esto último hay datos contantes y sonantes que da el propio gobierno de la 4T. 

El populismo no busca abolir las contradicciones de clase, sino apaciguarlas; promueve alianzas entre obreros y empresarios “de buen corazón”. Esto refuerza el dominio de la burguesía sobre las masas y bloquea cualquier posibilidad real de una revolución socialista.

Tercero: el populismo reza que el Estado debe ser utilizado para equilibrar los intereses sociales mediante reformas, subsidios o programas sociales. “Si los grandes industriales quieren conservar la riqueza robada a los trabajadores, entonces nunca deben aumentar los salarios, mejor que el gobierno distribuya apoyos sociales”. Sabemos todos que el Estado es un aparato represor, una herramienta de dominación de clase y, en manos de la burguesía, solo puede ofrecer concesiones temporales para evitar que el pueblo se organice y luche por el poder político.

El populismo deposita su fe en las urnas y en el cambio institucional, promoviendo la idea de que votar por el “líder del pueblo” basta para transformar la sociedad. Esta visión refuerza la pasividad política y desactiva la lucha de clases como motor de cambio social. 

Los marxistas-leninistas, por el contrario, reconocemos que el proletariado es la vanguardia. es el verdadero protagonista de la revolución futura, de la revolución socialista, reconocemos que debe existir la lucha del pueblo organizado y consciente por el poder político nacional, pero esto no como el fin último, sino como el medio para la construcción de la nueva sociedad.

En conclusión, el populismo (la 4T) no es la alternativa para acabar con los problemas sociales del pueblo, puede ofrecer paliativos, excelentes discursos y reformas superficiales, pero no toca las raíces del poder burgués. Es una válvula de escape del sistema capitalista, no una amenaza para él. Como marxistas-leninistas, debemos combatir su discurso, desenmascarar sus mentiras, dar la batalla ideológica todos los días y construir una alternativa política clara: La organización revolucionaria del proletariado bajo la dirección de un partido comunista.

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