* Amozoc y el problema del agua potable para las colonias populares
Amozoc, Puebla. Mercedes Gómez abre la llave de su casa en una colonia al oriente de Amozoc. Apenas un hilo de agua brota, nada más que lo suficiente para llenar una cubeta. Al mediodía vuelve a intentar y, si tiene suerte, alcanza a llenar el tinaco para que unos cuantos días más haya agua en la casa. “Y luego viene la pipa”, dice mientras revisa las paredes de su tinaco, ya manchadas por la espera.
En esta zona del municipio, lo que antes se consideraba un servicio básico, agua potable, se volvió un gasto mensual extra. Hace apenas unas semanas una pipa que abastecía un hogar por casi un mes se cotizaba en 400 pesos; hoy, muchas familias pagan hasta 700 pesos. El dinero no alcanza para todo: con el salario mínimo, la canasta básica, la luz y el gas, comprar agua se volvió un lujo que golpea fuerte.
“Si no compramos la pipa, no hay agua. Y si la compramos, ya no alcanza para la comida, la luz, otros gastos”, comenta Mercedes con voz cansada pero firme.
Un municipio con sed histórica
En el municipio de Amozoc el déficit en cobertura de agua potable ha sido documentado. En el “Programa Municipal de Desarrollo Urbano Sustentable 2021-2024” se reporta que en la junta auxiliar de San?Salvador?Chachapa la cobertura apenas llega al 50?% de las viviendas; en Concepción?Capulac ronda el 70?% y se indica que la red data de 1980.
El organismo IGAVIM advierte que el ayuntamiento no ha publicado un diagnóstico claro para identificar qué colonias carecen del servicio, lo que deja a muchas comunidades sin acceso garantizado.

Además, el municipio figura entre los más poblados de Puebla sin planta de tratamiento de aguas residuales, lo que tensiona aún más la sustentabilidad del servicio.
Esto significa que, aunque pueda haber tubería instalada, la continuidad del servicio, la presión del agua, la seguridad del sistema son variables que cambian, y muchas familias viven al día esperando que la llave les dé agua o deban recurrir a pipas privadas.
Pipas y el negocio de la necesidad
Cuando la red municipal no abastece, la única alternativa de muchas familias es recurrir a pipas privadas. “Nos dijeron que iba a llegar la obra, que nos iban a conectar, que la línea se ampliaba… pero en mi colonia nada de eso ha llegado”, dice Mercedes. Y mientras tanto el costo de la pipa sube.
Pagar 700 pesos por agua cada mes para una familia representa una porción significativa del ingreso familiar. El salario mínimo para 2025 es de 278.80 pesos diarios (lo que da alrededor de 8?364 pesos mensuales para un trabajador que gana el mínimo), mientras que la canasta básica alimentaria urbana se estimó en 2?452 pesos mensuales para una persona. Esto indica que muchas familias ya destinan gran parte de sus ingresos sólo a alimentarse, y el pago de la pipa se convierte en un costo adicional que reduce su capacidad de gasto en todo lo demás.
El desenlace es claro: agua que se vende porque el sistema público no abastece, y un negocio paralelo que se alimenta del abandono. Tal como lo cuenta Mercedes: “Cada administración promete, cada administración miente. Lo único que cambia es el precio de la pipa”.
Organización ciudadana: la fuerza que emerge
En este contexto, el Movimiento Antorchista se ha presentado como una opción de gestión, organización y educación. Para muchas colonias de Amozoc formar parte de una organización significa tener acceso a información sobre los presupuestos municipales, conocer los responsables, denunciar cuando las obras no llegan y compartir esfuerzos colectivos. La voz del pueblo organizado y acompañado por una estructura como el Movimiento Antorchista fortalece la exigencia del derecho al agua, al drenaje, a la pavimentación, a la electricidad.

Mercedes lo resume de esta manera: “Si estamos solos, nos ignoran. Pero cuando nos organizamos, nos escuchan. Tenemos que estar unidos, porque los problemas no vienen solos”. En efecto, el Movimiento Antorchista permite que las promesas se vuelvan compromisos, que el gasto de las familias no sea sólo resignación, sino presión para que las autoridades respondan.
Más que agua: la deuda de infraestructura
El desabasto de agua es apenas un síntoma de un rezago más amplio. Calles sin pavimentar, drenajes colapsados, energía eléctrica defectuosa son también parte de la realidad de muchas colonias de Amozoc. En documentos municipales se registran más de 19 mil solicitudes ciudadanas pendientes por falta de agua potable, y alrededor de 17 mil?500 solicitudes por drenaje o alcantarillado.
Las familias que deben pagar agua también tienen que cargar con otros déficits: mayor riesgo sanitario por falta de drenaje, calles que dificultan el transporte, lámparas que no alumbran la noche. En este entorno, la organización cobra aún más sentido: juntarse para exigir drenaje, para gestionar una pavimentación, para revisar la red eléctrica.
El Movimiento Antorchista impulsa en esas colonias la idea de que un pueblo organizado no sólo reclama un servicio, sino exige que la inversión pública rinda frutos, que las pipas dejen de ser la regla y que la llave abra sola.
Una deuda histórica con los habitantes|
Mientras el gobierno anuncia “ampliaciones de línea de agua para beneficiar a más de 35?mil habitantes”, las familias siguen con tinaco medio vacío, comprando agua, acumulando costos, y viviendo la espera. La promesa de solución se repite de administración en administración, pero la realidad se mantiene. Y la pipa se encarece.

Mercedes suspira al ver su tinaco semivacío: “Dicen que el agua es vida, pero aquí la vida cuesta cada vez más”. Y es cierto: no es solo la sed física; es la sed de justicia, de que lo que se considera básico (agua, drenaje, pavimento, luz) deje de ser privilegio y se convierta en derecho cumplido.
En Amozoc la sed no se apaga solo con lluvia o promesas; se apaga con llave que abre, tubería que abastece, comunidad que exige. Y en ese andar, el pueblo organizado no espera que le den soluciones: exige que le cumplan.
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