MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tlaxcala necesita una política del pueblo y para el pueblo

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En el complejo tablero de la política mexicana, el pequeño estado de Tlaxcala ha desarrollado una práctica política distintiva y profundamente arraigada: la citación política.

Más que un mecanismo de rendición de cuentas, este procedimiento se ha convertido en un ritual de poder, una demostración de fuerza y, muchas veces, en un teatro político que define las relaciones entre los poderes del estado.

Es momento de construir una política diferente; una que surja desde abajo, desde el corazón de las comunidades, donde la voz del campesino, del obrero, del estudiante y del maestro tenga el mismo peso.

La citación política, contemplada en la Ley Orgánica del Congreso del Estado de Tlaxcala, permite al Poder Legislativo convocar a comparecer ante el pleno a cualquier funcionario público, incluso al Gobernador del Estado.

A diferencia de una citación judicial, su incumplimiento no conlleva sanción legal, pero sí un castigo político y moral: quien no asiste o lo hace de forma deficiente sufre un desgaste en su imagen y en su autoridad.

Sin embargo, lo verdaderamente importante no es la forma ni el protocolo, sino el fondo: la obligación que tienen los poderes del estado de rendir cuentas al pueblo, no sólo en discursos o comparecencias públicas, sino con acciones concretas que transformen la vida de las colonias, los barrios y los pueblos más olvidados de Tlaxcala.

Hoy, miles de familias trabajadoras enfrentan una realidad dolorosa: la inseguridad, el desempleo, la falta de oportunidades educativas y la marginación. Tlaxcala necesita una política más humana, más incluyente, más cercana al pueblo. Necesitamos un gobierno que escuche, que actúe y que no se quede en ceremonias vacías.

Porque mientras en nuestro estado algunos se enredan en juegos políticos, en otras partes del país se pisotean los derechos del pueblo trabajador: en Oaxaca, los estudiantes de la FNERRR fueron despojados de su humilde albergue “Juan Manuel Celis Ponce”; en Huejotzingo, Puebla, dos maestras fueron brutalmente desalojadas por enseñar a los hijos de los más pobres. Estos hechos no son aislados: son reflejo de un sistema que castiga la educación popular y la organización del pueblo.

Y aquí vale el dicho popular: “Si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.” Tlaxcala no está exenta de estos abusos. Por eso, no podemos quedarnos callados ni cruzados de brazos.

La conclusión es clara: sólo el pueblo organizado puede salvar al pueblo. El Movimiento Antorchista Nacional lleva décadas señalando que la verdadera transformación no vendrá de los gobiernos, sino de una ciudadanía educada, consciente y organizada, capaz de defender sus derechos y exigir justicia.

Es momento de construir una política diferente: una que surja desde abajo, desde el corazón de las comunidades, donde la voz del campesino, del obrero, del estudiante y del maestro tenga el mismo peso.

Tlaxcala necesita un cambio real. Necesitamos organizarnos, unirnos y luchar para forjar un partido que represente verdaderamente a la clase trabajadora de México. Sólo así podremos abrir las puertas a una nueva política: la política del pueblo y para el pueblo.

 

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