MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sólo el pueblo organizado podrá salir del lodo

image

Mientras el lodo todavía cubre calles enteras en Poza Rica y la Sierra Norte de Puebla, mientras familias buscan entre los escombros los restos de su patrimonio, el gobierno sigue repitiendo las mismas palabras vacías: “estamos atendiendo la emergencia”. Pero el pueblo sabe que no es cierto.

Lo sabe porque en las colonias afectadas no llegaron brigadas, sino vecinos con palas; no llegaron camiones oficiales, sino la voluntad del pueblo que, una vez más, tuvo que salvarse solo.

Porque cuando no hay agua potable, ni luz, ni drenaje, ni vivienda digna, lo que se necesita no son promesas: se necesita organización, conciencia y lucha.

Las lluvias de los últimos días dejaron una tragedia que difícilmente podrá olvidarse. En Veracruz, el río Cazones se desbordó y arrasó colonias completas en Poza Rica; se calcula que hay familias que lo perdieron todo y personas fallecidas.

En la Sierra Norte de Puebla, en municipios como Huauchinango, Xicotepec, entre otros, los deslaves y corrientes de lodo se llevaron casas, caminos y vidas humanas. Se habla de muertos y varios desaparecidos. Pero más allá de las cifras, lo que duele es la indiferencia.

Y es que no es la primera vez que pasa. Los mismos que hoy se llenan la boca hablando de “solidaridad” son los que hace unos años eliminaron, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), un mecanismo que servía para atender con rapidez este tipo de tragedias.

Desde su desaparición, los pueblos quedaron desprotegidos. Hoy no hay recursos destinados para reconstruir viviendas, ni maquinaria suficiente para limpiar calles, ni refugios bien equipados.

El dinero público que debería usarse para esto se desvía a programas que sólo sirven para comprar conciencias a través de las becas que da el gobierno. Esa es la verdad que pocos quieren decir.

El caso de Poza Rica lo retrata con crudeza. Cuando el presidente municipal, Fernando “El Pulpo” Remes, se presentó en una camioneta de lujo a visitar las zonas afectadas, la gente no lo recibió con aplausos, sino lanzándole lodo. No fue un acto de violencia, fue una respuesta de dignidad, un grito que dice: “ya basta”.

La población sabe que los gobiernos municipales, estatales y federales no han sabido reaccionar con seriedad. Van, se toman la foto, prometen ayuda y desaparecen. Después, todo sigue igual o peor.

Lo que no desaparece es el coraje del pueblo. En videos y fotos compartidas en las redes sociales se ve a hombres, mujeres, ancianos y jóvenes limpiando con sus propias manos las calles cubiertas de lodo, sacando el agua de sus casas, levantando paredes con bloques rescatados de los escombros.

Ahí está la verdadera fuerza de México: en el trabajo del pueblo. Esa es la prueba más clara de que sólo el pueblo organizado puede salvarse.

Y eso, precisamente, es lo que el Movimiento Antorchista ha venido diciendo desde hace más de 50 años: que los pobres no deben esperar a que el gobierno les resuelva la vida, sino organizarse para cambiarla.

Hoy, mientras las autoridades reparten discursos, la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR) y el Movimiento Antorchista están levantando centros de acopio, recolectando víveres, agua, ropa y herramientas para enviarlos a las zonas más dañadas.

Los jóvenes antorchistas no sólo juntan despensas; también se preparan para viajar a ayudar, para limpiar, reconstruir y acompañar a las familias que hoy lo han perdido todo.

Esa es la diferencia entre el discurso y la acción. Entre los que gobiernan desde la comodidad del escritorio y los que pisan el lodo junto al pueblo. Entre los que buscan votos y los que buscan justicia. Porque cuando no hay agua potable, ni luz, ni drenaje, ni vivienda digna, lo que se necesita no son promesas: se necesita organización, conciencia y lucha.

Por eso, este desastre no debe verse sólo como una tragedia natural, sino como un recordatorio político: México necesita un cambio profundo de modelo económico y social. No se puede seguir gobernando con ocurrencias, ni con caprichos, ni con programas de dádivas que sólo generan dependencia.

El país requiere inversión real en infraestructura, educación, salud y vivienda; requiere gobiernos honestos, sensibles y trabajadores. Y eso sólo se logrará si el pueblo se organiza, estudia, se educa políticamente y toma en sus manos el poder político.

A todos los que hoy sufren por las lluvias, a los que ven sus casas bajo el agua y su esfuerzo deshecho en un instante, queremos decirles que no están solos. Que el Movimiento Antorchista y la FNERRR están con ustedes, no con palabras, sino con hechos.

Asimismo, les decimos que esta tragedia debe convertirse en una lección: el pueblo solo, disperso, es débil; pero el pueblo unido, educado y consciente, puede resistir cualquier tormenta.

Porque al final, ni los gobiernos indiferentes ni los discursos vacíos limpiarán las calles. Las limpiará el mismo pueblo que las vio hundirse. Y cuando ese pueblo se organice de verdad, no habrá poder ni tormenta que pueda volver a hundirlo.

Es por eso que el Movimiento Antorchista tiene una tarea enorme: educar y organizar para poder cambiar el poder político y poner uno que beneficie a las masas trabajadoras.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más