¿Sabía usted que México ocupa el primer lugar a nivel mundial en obesidad infantil y, por cierto, el segundo lugar en obesidad en adultos? Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición reconocen que, en 2025, México sigue ocupando el primer lugar mundial en obesidad infantil.
La clase obrera no tiene dinero para adquirir alimentos nutritivos: esa es la verdadera raíz de la obesidad infantil en México.
Esto significa que, en comparación con otros países, México tiene la mayor proporción de niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad. Por su parte, datos oficiales demuestran que en México más de 16 millones de niños y adolescentes de cinco a diecinueve años son obesos o tienen sobrepeso.
“La obesidad infantil se ha convertido en un problema de salud pública grave que ha aumentado de forma alarmante en los últimos años y que padecen casi todos los países del mundo”; lo anterior se encuentra registrado en el Atlas de riesgos para la nutrición de la niñez en México, publicado por Save the Children y el Centro de Excelencia e Innovación para los Derechos y Oportunidades de la Niñez (Ceidon).
En México, 36.9 % de personas adultas vive con esa condición, y en 2030 podría llegar a 45 %. Lo anterior lo podemos leer en el portal del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). Además, se agrega que la obesidad es el principal problema de salud pública en nuestro país.
En fin, podemos seguir llenándonos de datos estadísticos emitidos por el propio gobierno federal. Pero, a mi juicio, lo que interesa es el origen de este problema, porque es evidente que no lo vamos a combatir únicamente con campañas masivas invitando a alimentarse sanamente, con diversos grupos fitness o con los famosos clubes de nutrición que se encuentran esparcidos por todos los rincones del país y que te venden una idea muy superficial de cómo combatir los problemas de obesidad.
En mi opinión, siendo este un problema de salud pública, desde luego tiene un origen económico, un origen material. Razonando dialécticamente nos encontramos con un primer factor: la clase obrera sufre de falta de empleo bien remunerado; por un lado, la situación de familias que no tienen un trabajo formal (como el caso de los vendedores ambulantes), y que, evidentemente, no pueden proveer los alimentos necesarios y nutritivos que requieren sus hijos; por otro lado, existen los que sí tienen un trabajo formal, pero el salario es insuficiente.
Tenemos, por ejemplo, que en el sureste mexicano el salario mínimo es de 278.80 pesos al día; imagine, amable lector, cuántos alimentos nutritivos realmente pueden comprarse.
Mis distinguidas amas de casa saben de lo que hablo: un kilo de pera, 75 pesos; el kilo de manzana, 40 pesos; el kilo de plátano, 22 pesos; el kilo de papaya, 23 pesos; el litro de leche, 30 pesos; el kilo de tortilla, 23 pesos; el kilo de papa, 24 pesos; el kilo de chayote, 22 pesos; y así podemos seguir sumando más alimentos nutritivos, pero el problema es que el raquítico salario no se multiplica por obra y gracia del Espíritu Santo.
Tener una alimentación nutritiva, como recomienda la Secretaría de Salud y otras dependencias del gobierno federal, requiere tener un empleo bien remunerado que nos permita no sólo comprar la canasta básica, sino todas las frutas y verduras que se recomiendan para una buena alimentación.
El segundo factor es todo el ejército de desempleados que deambulan a lo largo y ancho del país.
Entonces, el problema no es que la gente no sepa organizarse para tener una alimentación saludable, o la falta de cultura del pueblo, o simplemente el desorden familiar. No, nada de eso; el problema es que no tienen dinero.
Así es: la gente no tiene dinero ni para alimentarse sanamente, menos para adquirir una vivienda propia, llevar a sus hijos a una buena escuela, comprarles un buen par de zapatos, proveerles de actividades culturales y deportivas, etcétera. Esta es la cruda realidad: la clase obrera no tiene dinero para adquirir alimentos nutritivos.
Bajo esta situación, claro que es más fácil “engañar el hambre” comprando unas galletas, unas papas fritas o un refresco que es para lo que alcanza, que una canasta de frutas y verduras. Y para el que tenga duda, le referiré una historia que aun recuerdo: allá en mi tierra, cuando la gente tenía hambre y sólo contaba con unos cuantos pesos, iban a la tienda de la esquina, compraban con dos pesos un bolillo, el cual abrían, le agregaban un chile en vinagre, y listo.
Compraban una coca jumbo y se la repartían entre todos los trabajadores de la obra donde trabajaban como albañiles. ¡Terrible situación la del obrero! ¿Acaso no querían saborear un buen plato de comida nutritiva? Creo que la pregunta sobra.
La falta de dinero es la madre de las enfermedades, de la desnutrición y, hoy en día, de la pandemia de la obesidad. Cada vez hay menos dinero para atender a las familias pobres; aun cuando muchos jefes de familia doblan turno para enfrentar las dificultades económicas, siguen en la misma vivienda y con las mismas carencias. La clase obrera no vive, más bien sobrevive, lo cual es incorrecto. Habiendo tantas riquezas naturales en nuestro país, como diría Martha Harnecker en su libro ¿Qué es la sociedad?: ¿A manos de quién van a parar las riquezas naturales en nuestro país? El oro, la plata, el uranio, el petróleo, las finas maderas que se extraen de los bosques, ¿quién se queda con nuestra riqueza? ¿Cuánto de esta riqueza le entregan al obrero? Nada. No olvidemos que vivimos en un país donde 100 millones de mexicanos aún no salen de esa pobreza lacerante que los persigue por generaciones. ¿Cuándo tendrán suficiente dinero para adquirir una alimentación nutritiva y, por consiguiente, salir de la lista de obesos o desnutridos? Sólo cuando haya un gobierno en donde, sin demagogia, los pobres sean primero; es decir, no que reparta dinero en tarjetitas, sino que genere empleos suficientes para todos los que tengan edad de trabajar; que eleve los salarios de tal forma que alcancen para alimentarse sanamente; que los más pobres paguen menos impuestos, y que el dinero recaudado se gaste en obras en beneficio de los más desprotegidos.
Hoy, que a la obesidad se le llama problema de salud pública, debemos poner en claro que los mexicanos no elegimos estar enfermos, pero son nuestras condiciones materiales las que determinan el tipo de vida que llevaremos. Y en un país donde la falta de empleo aún es una asignatura sin resolver por parte del gobierno, urge que nos organicemos y formemos, de una vez por todas, el verdadero gobierno de la clase obrera.
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