“Los agachados” fue una serie de historietas creada por el michoacano Eduardo del Río García, más conocido como Rius. La historieta fue humorística y educativa, editada desde 1968 y durante once años llegó a publicar 291 números.
Este caricaturista mexicano creó la revista y sus personajes como una forma de crítica social y política ante un sistema que no permitía hacerlo. La crítica, bien o mal hecha, limitada o profunda, convincente o no, le permitió a Rius el reconocimiento del público que valoró y reconoció su trabajo, pero esa generación casi ha desaparecido y lo anterior solo forma parte de un periodo de la historia de México en que las revistas jugaron un papel de entretenimiento en el público mexicano.
La crítica de Rius en “Los agachados” se convirtió en un referente porque se atrevió a cuestionar la versión oficial del poder; algo inusual y riesgoso en su época.
De cualquier manera Rius se atrevió a dar una visión diferente de los hechos que le tocaron vivir, a diferencia de la prensa oficial que solo elogiaba y ponderaba las virtudes del régimen, Rius no lo hacía: en un número extra, al cual tituló “Los cocolazos”, se atrevió a dar una versión distinta a la oficial; su visión sobre el movimiento estudiantil del 68 era prácticamente subversiva para su tiempo: denunció la actitud represiva y criminal del gobierno priista de Gustavo Díaz Ordaz.
En ese sentido, Rius, con su caricatura, marcó un hito en la historia del periodismo en México.
Valga lo dicho como un reconocimiento a la historieta y al papel progresista que “Los agachados” jugaron en su tiempo.
La referencia al nombre de “Los agachados” en el presente escrito se explica porque ya no tenemos dicha revista en nuestras manos: su autor falleció en el año 2017, a los 83 años de edad.
Ahora lo que vemos es toda una generación de “verdaderos agachados”. La gravedad del problema está en que esos agachados no aparecen en una revista de crítica social, sino que esos agachados se han convertido en un mal social verdaderamente complejo y dañino para los mexicanos y el mundo entero, mucho más de lo que se puede calcular en estos momentos.
El uso excesivo de los celulares y tabletas ha provocado que ahora por dondequiera encontremos agachados, literalmente hablando, a cualquier hora y en cualquier sitio. Hasta donde menos se piensa o se cree encontrarlos: sentados en las aceras de las calles, en las sillas de los restaurantes, en las salas de espera, en el salón de clases, en la iglesia, al borde de la cama, en el baño, etcétera.
Agachados: caminando embebidos en el celular, al momento de ingerir alimentos, manejando un automóvil, en las salas de cine; en fin, agachados en las circunstancias más inverosímiles, ridículas, absurdas y peligrosas.
Las consecuencias físicas de lo anterior son: dolor de cuello, rigidez y afectación en las vértebras, dolor de hombros y contracturas, pérdida de sensibilidad y entumecimiento de la mano y dedos que sostienen el celular; fatiga y sequedad visual, insomnio, etcétera.
Consecuencia del sedentarismo es el aumento en el sobrepeso y, ante la falta de ejercicio, debilitamiento de los músculos y de la columna vertebral. Esto y mucho más causa deterioro físico del individuo.
En cuanto a las relaciones amistosas, emocionales y familiares se pierden o se deterioran debido a la falta de atención a las mismas; aumenta la irritabilidad de las personas, sufren de ansiedad, tienen déficit de atención y aumento de estrés.
Lo anteriormente mencionado no agota ni mínimamente el tema, pero debe entenderse también que el aspecto enajenante, mediatizador y el cálculo de apropiación mental del individuo y de la sociedad está medido y logrado por quienes han propiciado e incitan el uso de celulares y redes sociales. Éstas están diseñadas, pensadas, para vender mercancía, para enajenar conciencias, embobar a toda la sociedad que haga un uso excesivo e irracional de las mismas.
Las redes sociales pueden servir, y mucho, siempre y cuando las usemos para extraer la información que nos conviene, teniendo los criterios suficientes para valorar lo que fluye a través de ellas. Si no lo hacemos así, solo estaremos siendo víctimas de los manipuladores de la información y del sistema capitalista que necesitan una sociedad e individuos enajenados que nunca tengan un pensamiento crítico propio.
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