Por años, nos han querido hacer creer que la juventud debe agachar la cabeza, que pedir lo justo es ser revoltoso, que levantar la voz es ser criminal. Pero esta nueva generación ya no se arrodilla. Y el Movimiento Antorchista lo dice claro y fuerte: “No dejaremos solos a los jóvenes que luchan por sus derechos”.
El pasado 23 de septiembre, mientras la presidenta Claudia Sheinbaum daba su “mañanera del pueblo”, en las calles de la Ciudad de México los hijos del pueblo eran golpeados por granaderos, enviados a contener a estudiantes cuyo único delito fue querer hablar con su presidenta.
El Estado tiene la obligación de garantizar la educación, de otorgar becas, de construir albergues y de no castigar a quienes luchan por ella.
No pedían dinero. Lo que pedían era diálogo. Lo que reclamaban era justicia.
¿Y la respuesta del gobierno? Garrotes, escudos, encapsulamientos y agresión policial.
Las redes sociales se inundaron con imágenes de los abusos. Los golpes no pudieron ser ocultados. Las fotografías valieron más que mil palabras, y la prensa, aunque muchas veces cómplice del poder, esta vez no pudo ignorarlo:
Algunos titulares que gritan la verdad:
La Jornada: “Estudiantes de Oaxaca retiran su manifestación ante nula respuesta del gobierno federal”
Infobae: “Estudiantes de diferentes estados se manifiestan en CDMX, tras despojo de albergues, buscan diálogo con Sheinbaum”
Cuarta Plana: “Encapsulan a estudiantes de la FNERRR en la Ciudad de México”
Y en redes sociales, los hashtags #GobMxIgnoraAEstudiantes y #4TReprimeEstudiantesDeOax se convirtieron en tendencia. La gente reaccionó con furia y solidaridad:
“No son delincuentes, son estudiantes. Su único ‘crimen’ es luchar por el derecho a la educación.”
“@Claudiashein manda a la fuerza pública para amedrentar a jóvenes que han sido perseguidos y agredidos en Oaxaca.”
Y sí, estos estudiantes son integrantes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR). Provenientes de Oaxaca, desde las comunidades más olvidadas, fueron tratados como criminales solo por exigir lo que ya les pertenece por ley: educación gratuita, digna y con albergues que les han sido arrebatados. En México, el derecho a la educación está en la Constitución. El artículo 3º establece que debe ser laica, gratuita, obligatoria y de calidad. Pero en los hechos, ese derecho es pisoteado una y otra vez.
El Estado tiene la obligación de garantizar la educación, de otorgar becas, de construir albergues y de no castigar a quienes luchan por ella. Sin embargo, en vez de atenderlos, el gobierno de Sheinbaum manda granaderos a callarlos.
Este no es un caso aislado, es la constante en un país donde el gobierno prefiere invertir en represión que en educación. Y eso no lo vamos a permitir.
Pedían justicia por los atropellos que han sufrido en Oaxaca. Exigían la devolución del albergue estudiantil Villas de Monte Albán y el de Miahuatlán, espacios que les permitían estudiar sin morir de hambre o caminar kilómetros todos los días. Eso fue lo que les arrebataron. ¿Y qué hicieron ellos? Luchar, exigir y responder con dignidad. No hay marcha atrás: cuando se agrede a un estudiante, se agrede a todo mexicano.
El gobierno de Sheinbaum no solo ignora al estudiantado, sino que lo criminaliza. La historia se repite. Ayotzinapa sigue doliendo once años después, y aún no hay justicia. Y el 2 de octubre, el recuerdo vivo de Tlatelolco, cuando también se usó al Estado para silenciar a los jóvenes.
En ambos casos, el Estado reprimió a la juventud. En ambos casos, prometieron justicia; en ambos casos, la impunidad sigue reinando.
A los jóvenes de México les decimos, no claudiquen, no bajen la mirada, no se rindan.
A todos los sectores del pueblo les decimos, estos estudiantes son nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros vecinos. Defenderlos es defendernos.
¡La rebelión es el fuego!
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