Los problemas que enfrenta el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro son múltiples y constantes; se vienen arrastrando desde hace varios años y, debido sobre todo a la falta de inversión pública por parte de las autoridades en su mantenimiento, estos se han acrecentado, generando caos y poniendo en alto riesgo a los más de 5 millones de usuarios diarios de este medio de transporte. No sólo corren el riesgo de perder su tiempo al intentar trasladarse a sus trabajos o escuelas, sino incluso hasta la vida.
A pesar de todos los hechos lamentables suscitados, no existe un compromiso firme de las autoridades capitalinas para realizar revisiones minuciosas y periódicas de todas las líneas del STC para descartar anomalías.
Y esto no es una exageración. Para muestra, basta un botón: todos debemos recordar los accidentes mortales que han ocurrido en el Metro y que han dejado como saldo decenas de fallecidos y heridos de gravedad.
El más sangriento fue el ocurrido en la Línea 12 —la llamada Línea Dorada—, inaugurada con bombo y platillo, pero que al poco tiempo ya presentaba graves fallas. En 2021, estas fallas causaron la muerte de humildes trabajadores que viajaban en este transporte para regresar a sus hogares, deseo que no pudieron concretar porque sus vidas fueron arrebatadas: 26 personas perdieron la vida y 80 resultaron heridas de gravedad.
Otros hechos lamentables incluyen el choque de dos trenes del Metro el 10 de marzo de 2020 en la estación Tacubaya de la Línea 1, con un saldo de 41 personas lesionadas y un hombre fallecido; el incendio del 9 de enero de 2021 en el Centro de Control 1 del Metro, en la alcaldía Cuauhtémoc, donde murió una mujer policía y 30 personas resultaron lesionadas, y el choque en la Línea 3 el 7 de enero de 2023, donde una estudiante de 18 años de la UNAM perdió la vida.
Al subir al Metro, el miedo se apodera de muchos de sus usuarios, que viven en constante zozobra, preocupados por llegar a su destino sanos y salvos. El Metro es epicentro de una serie de desperfectos que van desde inundaciones, humaredas, cortocircuitos y aglomeraciones —debido a la lentitud y frecuencia irregular de los convoyes— hasta fallas constantes en su circulación. Una letanía de problemas que persiste sexenio tras sexenio sin que exista una visión clara para resolverlos.
Gran parte de la solución radica en invertir recursos suficientes para su mantenimiento, algo que el gobierno morenista parece no estar dispuesto a hacer. Parece considerar que no vale la pena generar un transporte eficiente y seguro para la clase trabajadora.
Para los pobres, hay ahorro de recursos y falta de inversión en obras realmente apremiantes; para los ricos, recursos a manos llenas.
Todos conocemos los altísimos costos de los segundos pisos construidos en el gobierno de López Obrador en la Ciudad de México, por citar un ejemplo, aunque hay muchos más. Por esos segundos pisos, indudablemente, no transitan los pobres.
El deterioro del Metro es más que evidente y constituye un asunto muy serio, porque son millones de vidas las que dependen de que este medio de transporte funcione correctamente y de manera eficaz.
No sólo usuarios de la Ciudad de México, sino también de su zona conurbada, que todos los días salen de sus hogares para incorporarse a sus labores cotidianas de trabajo o estudio.
Entre 2018 y 2022, el Metro sufrió recortes en cifras reales de hasta 3 mil millones de pesos, pasando de unos 22 mil 882 millones de pesos en 2018 a cifras muy por debajo, entre 17 mil y 19 mil 800 millones en años posteriores.
El mantenimiento y conservación de trenes e infraestructura sufrió recortes de hasta 18.6?% en servicios de mantenimiento, según la Cuenta Pública capitalina.
Además, en 2020 el Metro ejerció mil 362 millones menos de lo aprobado, es decir, un subejercicio del 8.7?%, según datos oficiales. El sindicato del Metro también advirtió que para 2023 se requerían 3 mil 500 millones de pesos adicionales para dar mantenimiento a la mayoría de los trenes y evitar riesgos para los usuarios, pero no hubo respuesta de las autoridades.
A pesar de todos los hechos lamentables suscitados en el Metro —donde han perdido la vida seres humanos— no existe un compromiso firme de las autoridades capitalinas para realizar revisiones minuciosas y periódicas de todas las líneas del STC, dejando a la buena de Dios la seguridad y la vida de sus usuarios.
Como podemos constatar con los presupuestos decrecientes asignados al STC, la causa profunda de estas tragedias es la política de austeridad del gobierno en turno. Aunque ya haya cambiado el titular de la presidencia de la república y el de la capital del país, las malas prácticas siguen siendo las mismas: un total ahorcamiento a los más pobres para que resuelvan sus problemas como puedan, y un total dispendio de recursos para los más ricos.
Así las cosas, en este país. A los mexicanos solo nos dejan hacer un profundo análisis de estas políticas antipopulares, organizarnos y luchar para que las cosas realmente cambien, pues es bien sabido que solo la unión hace la fuerza del pueblo.
Exijamos un Metro seguro.
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