El nuevo ciclo escolar comenzará el primero de septiembre: esta es la historia de Alexa y Daniel, que buscan ser profesionistas
Xalapa, Ver. En la colonia Humberto Aguirre Cruz, a las orillas de la ciudad de Xalapa, vive María García Carmona, madre de 46 años que, junto a su esposo, libra cada día una batalla silenciosa para que sus hijos, Alexa Mirel e Ian Daniel, accedan a una educación digna.
A pesar de los límites económicos, este año escolar no iniciará sin que ambos cuenten con lo necesario para seguir aprendiendo. Con ingresos provenientes del trabajo temporal de limpieza de hogares y del empleo fijo de su esposo como cajero en una tienda de autoservicio, la familia se organiza para comprar útiles, uniformes y cubrir el transporte.
“Cuando llueve, el agua se mete a los salones y, cuando hace calor, por las lonas es hasta asfixiante”
Será el lunes primero de septiembre cuando ambos menores de edad inicien los cursos académicos, según indica el calendario escolar de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Entre las carencias cotidianas y los sueños escolares, Alexa Mirel entrará a tercero de secundaria, mientras que Ian Daniel comenzará quinto de primaria, ambos con la ilusión intacta de continuar con el aprendizaje.
Con una economía ajustada, los útiles escolares y uniformes se compran en partes. La familia, unida frente a cada adversidad, se organiza para que, en este ciclo escolar 2025?–?2026, sus hijos tengan todo lo necesario: lápices, libretas, zapatos y ese impulso que nace del amor y la esperanza.
María tiene un trabajo temporal como empleada de limpieza en hogares. Aunque no siempre hay empleo fijo, cada ingreso contribuye a cubrir gastos esenciales como transporte, lonches y comida para sus hijos.
Los tenis escolares les costaron mil 500?pesos para ambos, pero aún falta adquirir el calzado diario, el uniforme completo y los materiales escolares. La suma total supera los tres mil?pesos, monto que representa ese gran esfuerzo económico para la familia.
Los útiles escolares para Alexa están valuados en unos 800?pesos, mientras que los de Daniel rondan los 700. La familia calcula gastos por los que tendrá que seguir ahorrando, sin considerar imprevistos de salud o manutención cotidiana.
El esposo de María trabaja como cajero en una cadena de tiendas de autoservicio. Juntos sostienen a sus hijos, quienes tuvieron que ser cambiados a una escuela con mejores servicios luego de años en planteles con condiciones precarias.
Escuelas de láminas y paredes de lona
Los primeros años de estudios de Alexa y Daniel transcurrieron en escuelas como el preescolar “Berenice Bonilla López” y la primaria “Manuel Serrano Vallejo”, instituciones con techos de lámina, paredes de lona y bancas improvisadas. Allí también funciona la secundaria “Manuel Hernández Pasión”.
Estas escuelas, construidas con materiales básicos, aún conservan lonas con el lema gubernamental “Vamos para adelante”, del sexenio 2010?–?2016 del entonces gobernador priista Javier Duarte de Ochoa.
Los salones, a una década de construidos, continúan con pisos de tierra; algunas bancas son sillas recicladas y donadas, y un tronco tiene la función de pilar para sostener el techado. En ese entorno, ambos menores iniciaron su formación escolar, enfrentando frío, calor y apagones eléctricos constantes.
“Cuando llueve, el agua se mete a los salones y, cuando hace calor, por las lonas es hasta asfixiante”, cuenta la señora María García, mujer que, junto con su esposo y el grupo de vecinos, emprendió la lucha por mejores condiciones en este sector poblacional.
Cansados de la falta de maestros y de clases suspendidas por problemas básicos, Alexa y Daniel pidieron ser cambiados de escuela. Aunque sienten cariño por su colonia, buscaban condiciones más dignas para estudiar.
Ian Daniel, además, padece alergias que se agravaban por el polvo en los salones. Ese fue otro motivo para cambiar de plantel, en busca de un entorno menos perjudicial para su salud.
La nueva escuela está cerca de la avenida Enrique C. Rébsamen, pero el cambio implicó nuevas dificultades. No hay transporte urbano desde la colonia Humberto Aguirre Cruz, y para llegar deben pagar taxi, lo que representa un gasto adicional para la familia.
Sin carro propio, los menores en algunas ocasiones se ven obligados a recorrer hasta dos horas de ida y vuelta a pie entre monte y brechas. En días lluviosos, deben caminar sobre el lodo y sortear charcos para llegar a clase.
El gasto semanal en taxis ronda los 400?pesos. María y su esposo hacen esfuerzos constantes para cubrir ese costo, pues no hay alternativas viables de transporte en la zona, que se ubica rumbo al sur de la capital veracruzana.
Vivir entre carencias
La familia vive en la colonia Humberto Aguirre Cruz, en la periferia del municipio, una zona con escasa infraestructura, sin calles pavimentadas, drenajes ni agua entubada, y con muchas fallas en la señal de telefonía celular.
El agua potable llega solo mediante pipas, con una asignación limitada: 500?litros por familia de hasta cuatro integrantes y apenas 300 donde viven dos o una persona, narra la señora en esta colonia semirural donde sus habitantes luchan por tener mejores condiciones de vida.
Es en este entorno donde se desarrollan Alexa e Ian, entre juegos, estudios y el deseo ferviente de construir un futuro mejor a través de la educación, pues están a casi un mes de iniciar una nueva etapa en su formación.
Alexa quiere convertirse en médico forense; Ian sueña con ser odontólogo. A pesar de las dificultades, ambos mantienen firme su aspiración de alcanzar una profesión que les permita aportar a su comunidad.
Por eso, María y su esposo trabajan con esmero para que sus hijos vayan a la escuela presentables, con útiles completos y la motivación intacta por continuar su preparación académica.
El trabajo dignifica
“Mi esposo trabaja como cajero, yo limpio casas; a veces me llaman y otras no. Hay días que no hay trabajo. Lo que gana él apenas alcanza para la comida, el gas y el agua que debemos comprar”, relató María, de 46 años.
Durante julio y agosto, los gastos escolares se intensifican. Alexa debe pagar 400?pesos de inscripción y, aunque intentan ahorrar, las enfermedades y otros imprevistos comprometen el presupuesto familiar.
Hace casi diez años, madres y padres de familia decidieron construir las aulas con lo que tuvieran: madera, lonas y láminas adquiridas a base de cooperaciones comunitarias. “Aquí estaban mis hijos en el preescolar y la niña en la primaria”, recuerda María de esta colonia de calles sin pavimentar, pocas tiendas y sin drenaje.
Cada año solicitan apoyo a la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV), sin resultados. Las escuelas siguen sin instalaciones dignas, pero las familias continúan luchando por ofrecer mejores oportunidades a sus hijos.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario