El 6 de junio no es una fecha cualquiera en nuestra memoria, es una cicatriz que late en el corazón del Movimiento Antorchista. Este día conmemoramos a los mártires antorchistas, pero para eso les mencionaré brevemente lo que sucedió en Tecomatlán hace más de cuatro décadas, ese 6 de junio en que el cacicazgo local y estatal (los ricos del pueblo y su aparato mafioso de pistoleros y autoridades corruptas) intentaron ahogar en sangre nuestra lucha recién nacida. Ante la emboscada, nuestros compañeros resistieron con lo que tenían: puños, piedras y palos, hasta caer abatido Edgardo Amílcar Campos Córdova, con apenas diecisiete años. Él encabeza desde entonces la conmemoración de este día que hoy honramos año con año.
Cada nombre es un grito ahogado, una promesa incumplida, un crimen que no se borra y que nos obliga a no abandonar jamás esta lucha.
Y es que no fue el único con el cual nos quisieron intimidar cuando nació nuestra organización. También fueron cruelmente abatidos la profesora Clara Córdova Morán y su esposo Gabriel García Hernández en noviembre de 1983; quince hombres armados con escopetas y rifles M-1 los emboscaron y acribillaron. Literalmente fueron destrozados a tiros por órdenes de los caciques de este municipio.
La lista de mártires es larga, demasiado larga. Cada nombre es un grito ahogado, una promesa incumplida. Recuerdo lo que le hicieron a Jorge Obispo Hernández, acribillado en julio de 2006 en vísperas electorales, un crimen alevoso, un mensaje intimidatorio escrito con plomo. Asimismo, recuerdo con rabia contenida a Manuel Hernández Pasión, presidente municipal de Huitzilan de Serdán, arrancado de su comunidad y de la lucha el 10 de octubre de 2017. La valentía de Nancy López García, líder en Huamantla, dedicada a estudiantes, campesinos, obreros, colonos, fue silenciada el 14 de octubre de 2018. Y el crimen que aún estremece: Conrado Hernández, Mercedes Martínez y su pequeño Vladimir, de apenas siete años, tres vidas truncadas en Guerrero el 12 de abril de 2023, la barbarie que no respeta ni la inocencia infantil. La lista, insisto, sigue con compañeros caídos por enfermedad, como es el caso del ingeniero Carlos Noé Sánchez Rodríguez, fundador del Movimiento Antorchista en el estado de Tlaxcala.
Esta conmemoración es la afirmación rotunda de que la muerte no es el final para quienes luchan por ideales mayores. Honrar a los mártires no es solo recordar su sacrificio, es reafirmar el compromiso con su causa. Su ejemplo es el combustible que mantiene viva la lucha.
Los mártires antorchistas viven y seguirán viviendo en la lucha que nosotros continuamos con su ejemplo. Su legado es claro: continuar por un país más justo. Porque solo peleando, como ellos lo hicieron, se conquista esa patria justa y equitativa que soñaron y por la que murieron. No hay mejor homenaje que continuar su obra, no hay mayor traición que el silencio o el olvido. La lucha sigue viva.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario