MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hacer la guerra para defender la paz

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El título del presente texto nos remite a una de las obras cumbre de la literatura rusa, escrita por el gran novelista León Tolstói, quien narró las vicisitudes de personajes de todo tipo a lo largo de unos cincuenta años de la historia rusa, desde las guerras napoleónicas hasta más allá de mediados del siglo XIX. No, no, este texto no hablará sobre esa hermosa novela que estudia los caracteres humanos ni sobre el impacto que la guerra y la paz tienen sobre ellos.

No, no: de eso no va este texto. Más bien quiero llamar la atención sobre el poderío militar que, el pasado 3 de septiembre, desplegó la República Popular China (RPCh) en la Plaza de Tiananmén para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial; evento que los medios de comunicación consideraron un desafío al orden mundial liderado por Estados Unidos, dado que interpretan que el poderío militar chino le está disputando al imperio gringo la supremacía militar mundial. Incluso el presidente gringo, Donald Trump, acusó a China, Rusia y Corea del Norte de “conspirar contra Estados Unidos”.

“El desfile presentó cientos de armas avanzadas y contó con la participación de más de 10 mil soldados, mostrando el creciente poder militar de China bajo el impulso de Xi para modernizar el ejército permanente más grande del mundo.” (Así fue el desfile militar en China por el Día de la Victoria, con la presencia de Vladimir Putin, Kim Jong Un y Xi Jinping; CNN, 4 de septiembre de 2025).

Ante la contundente fuerza militar china, el mundo se preguntó cómo es que un país dirigido por el Partido Comunista de China (PCCh), partido marxista gobernante de la RPCh cuyo objetivo —el que planteó Carlos Marx— es construir una sociedad armónica e igualitaria en la que no haya explotación del hombre por el hombre; en la que no exista la aberrante presencia de una minoría de multimillonarios que viven con lujos y excesos mientras millones de seres humanos sobreviven con raquíticos salarios que apenas les permiten adquirir algo de comida, pero sí les dan fuerzas para ir a trabajar al día siguiente y seguir acrecentando las fortunas de los dueños de los medios de producción; sin que los trabajadores que generan la riqueza tengan buenos servicios de salud para restablecer su salud tras el trabajo y, por tanto, tampoco cuenten con atención adecuada para curar las enfermedades de sus padres, parejas e hijos —enfermedades curables o controlables y, sobre todo, graves males como cáncer, insuficiencia cardiaca, Alzheimer, Parkinson, etc.—, las cuales cada día afectan más a la población.

¿Por qué, pues, se preguntó el mundo, un país con tan noble objetivo como construir un mundo mejor —un mundo multipolar en el que las naciones se desarrollen equitativamente— trabajó fuertemente para crear una gran industria militar que, desde su exhibición, se interpretó como que China le está disputando la supremacía militar al país más bélico de todos los tiempos, Estados Unidos? ¿Por qué esa demostración de poderío militar fue apoyada por el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, y el de Corea del Norte, Kim Jong Un? ¿Por qué los líderes de otros 26 países, aliados de China, Rusia y Corea del Norte, también estuvieron presentes en el gran acontecimiento?

No es menor la presencia de los presidentes de Irán, Bielorrusia, Cuba, Azerbaiyán, Armenia, Indonesia, Vietnam, Malasia y Laos; del rey de Camboya; y del líder de la junta militar de Myanmar, entre otros.

El común denominador de los líderes de los 26 países invitados es que todos —todos— son adversarios de Estados Unidos porque éste los ha perseguido, les ha hecho la guerra para invadirlos, robarles sus recursos naturales, someter a sus habitantes y convertir esos territorios en incondicionales de Washington; y para lograrlo no le importa matar niños, ancianos y adultos, como lo está haciendo en Gaza.

Por eso, precisamente por eso, porque la República Popular China y sus aliados están en contra de la violencia invasora que Estados Unidos aplica en todo el mundo, China se propuso desarrollar un poderío militar mayor que el de los gringos, a fin de plantarse frente a ellos y demostrar que está dispuesta a defender el mundo multipolar que está construyendo.

El pasado 3 de septiembre, el presidente Xi aseguró, orgulloso, que “el ascenso de China es imparable”, y muchos sentimos ese orgullo como propio; por eso está tan molesto el imperialismo occidental, cuya cabeza es Donald Trump, pues ya hay quien le ponga freno a sus abusos.

Desde mi modesto punto de vista, China, Rusia, Corea del Norte y todos sus aliados tienen claro que la paz es la base del progreso, pero también saben que si esa paz se ve amenazada por el belicismo gringo, lo tendrán que frenar con los mismos medios: con la fuerza militar, pues con ella tal vez podrán disuadir los ataques y mantener el orden; y, si no es así, podrán ponerse al tú por tú con quienes pretendan hacerles daño.

“Si vis pacem, para bellum” —frase del militar romano Flavio Vegecio Renato— se interpreta como que la fuerza militar mantiene la paz y la estabilidad. O sea: hay que hacer la guerra para defender la paz.

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