A primera vista parece cosa de locos o de suicidas que cuando el semáforo está en rojo y las muertes y contagios en la entidad están en el punto más alto, el gobernador del estado se sostenga en el regreso a la "nueva normalidad"; ante los ojos de muchos esto equivale a mandar a la gente al matadero, pues como ha aclarado el doctor Hugo López-Gatell (entre las muy pocas cosas ciertas que dice): a mayor concentración y movilidad, mayor probabilidad de contagio y de muerte.
El modelo es simple y sencillo de entender. Si la concentración y movilidad fuera igual a cero -engarróteseme ahí, decíamos de niños- la probabilidad de contagio y muerte tenderían a 0. Si, por el contrario, concentramos a toda la población del municipio Centro en un punto y todos nos saludamos de abrazo y beso unos con otros, sería el punto de mayor contagio y muerte. Entre estos dos extremos se mueve el modelo.
Y si así está de claro el comportamiento de la pandemia, volvemos a la pregunta inicial, ¿Por qué mandarnos al matadero? Aquí la respuesta ya no es tan sencilla, por lo que ruego a mis tres lectores que me sigan hasta el final.
Al tipo de sociedad que predomina en el planeta se le conoce con palabras dulces como "economía de mercado" y en términos de la economía política como sociedad capitalista. Como lo indica su nombre, en esta sociedad lo que manda y a lo que se subordina todo lo demás son los intereses del capital, del gran capital, de los grandes capitalistas que han concentrado la riqueza de manera tal que en el mundo 2,600 multimillonarios tienen la misma riqueza que los 4,600 millones de habitantes más pobres del planeta; en promedio, cada uno de estos tiburones del capital tiene lo mismo que 760 millones de personas pobres.
Y en México (Oxfam, enero 2020) las 6 personas más ricas del país tienen más riqueza que 62.5 millones de mexicanos juntos; aquí en promedio cada uno de estos "amos de México" tiene la misma riqueza que 10 millones de mexicanos pobres. Con cada acto de nuestra vida, cuando usamos el celular, cuando compramos en un centro comercial o en una tienda de conveniencia, etc., etc., incrementamos la riqueza y el poder sobre nosotros de este pequeño grupo.
Pues bien, para que la riqueza de esos señores se incremente, se necesita que la producción y la venta no se detengan: producir y producir, vender, vender y vender, es la divisa de esta sociedad, pues de ahí saldrá su ganancia.
Daré solo un ejemplo y el lector entenderá que otro tanto ocurre con el resto de las grandes empresas y ramas de la producción. La producción de autos en México (se ensamblan para enviarlos a otros países, principalmente a Estados Unidos), cayó 99 por ciento en abril y 97 por ciento en mayo; prácticamente no hubo producción. La venta de autos cayó en 65 por ciento en abril y 59 por ciento en mayo. De cada 10 carros que se vendieron en abril y mayo de 2019, en este año no se vendieron ni 4. La parálisis del ciclo económico y el hecho de que las mercancías ya producidas antes no se vendan es la muerte del capital. Y el capital reclama sus derechos e impone sus intereses. Exige retomar la producción y la venta hasta alcanzar su plenitud.
Frente a esta situación inédita en la historia de la sociedad, los líderes de opinión y los gobiernos de los distintos países han adoptado dos posiciones contrarias:
Los menos, una posición que privilegia la preservación de la salud y la vida de los seres humanos por encima de los intereses económicos. En esta línea forman: China, que en 10 día levantó un hospital con 1,000 camas de terapia intensiva, con especialistas y equipos, con una inversión gigantesca y aisló herméticamente a la población que fue el foco inicial: Wuhan; no llegó a 5 mil muertos la primera oleada del virus. Cuba, que por ser socialista ya tenía un sistema de protección médica y social funcionando y le dio un férreo y puntual seguimiento a cada infectado: el lector puede ver en Internet (en Cubadebate y otros medios) en donde se publican caso por caso los infectados, cuántos contactos tuvo, cómo están aislados esos contactos y qué situación guarda el paciente en ese momento, verdaderamente asombroso, (nada que ver con los galimatías de Gatell); resultado, no llega a 100 muertos, con una población superior a la de la Ciudad de México. Argentina, más similar a nosotros como país capitalista latinoamericano, con un presidente anti neoliberal, bajo el lema: "una economía que termina siempre se levanta, pero una vida no se levanta jamás", decretó una estricta cuarentena que terminará hasta el 28 de junio, prohibió los despidos, el gobierno cubre el 50% de los salarios de los trabajadores de las empresas privadas; no hay cortes de luz, agua, gas, teléfono, internet ni televisión por cable durante el aislamiento, y protege a 9 millones de argentinos, casi la cuarta parte de su población total, con un Ingreso Familiar de Emergencia, programa creado especialmente por la pandemia.
Otros gobiernos del llamado mundo libre privilegian el funcionamiento de la economía al servicio de los grandes capitalistas, haciendo a un lado discursos falsos e hipócritas, "muérase quien se muera", sabiendo que quienes se morirán serán, como siempre, los más vulnerables, los más indefensos en todos los terrenos. Esa es la posición de los capitalistas norteamericanos, de Salinas Pliego en México, de Bolsonaro en Brasil, y . . . desafortunadamente, del gobierno mexicano, por tanto, también de nuestro gobernador, Adán Augusto.
Resultados: Estados Unidos más de 120,000 muertos y se estima que en octubre se alcanzarán los 200 mil; Brasil, más de 50,000 muertos; México, más de 20,000 muertos, y mientras Gatell nos fue preparando dándonos cifras cada vez más altas hasta hablar de un estimado de 60,000 en total; médicos conocedores hablan de que podemos alcanzar los 100,000 muertos en el país.
Fue precisamente Estados Unidos, país líder del mundo capitalista, quien presionó a México para retomar la producción y la "normalidad" por la necesidad de su industria automotriz y de su economía en general . . . Y aquí estamos en Tabasco, mandando a la gente al matadero. El Presidente de México, dando ejemplo de que hay que salir y retomar actividades, cuando la OMS, apenas hace unos días alertó: "Las medidas de confinamiento deben levantarse de una manera cuidadosa, gradual y basada en los datos".
En México, el gobierno renunció desde un principio a invertir para evitar la propagación del virus, por economía -como lo declaró Gatell ante los diputados-, renunció también a tratar de controlar la propagación del virus, no hay ningún control ni seguimiento de casos; se ha limitado la 4T a llevar una estadística incompleta y maquillada de las cifras; es México uno de los pocos países del mundo donde el gobierno no le ha dado a sus cuarentenistas (perdón por el lenguaje) ¡ni un pinche cubre bocas y un frasco de gel desinfectante!
Y para coronar esta cadena de acciones, mejor sería decir de inacciones, y para que no quede duda, el Presidente declara olímpicamente que en adelante el cuidarse será asunto de los ciudadanos y no del gobierno. Y Adán Augusto, sumiso y obediente, ¡decreta el retorno a la actividad en pleno semáforo rojo! El pueblo está solo. No cuenta con sus gobiernos.
Respondo la pregunta inicial. ¿Por qué? Porque el gobierno está, como siempre ha estado en México y en Tabasco, al servicio de los señorones del capital. Esos que se llevan los contratos y las enormes ganancias del Tren Maya y de Dos Bocas. No hay ningún cambio real. No nos engañemos.
¿Qué hacer? Seguir exigiendo al gobierno medidas de protección y apoyo a la población; tomar el cuidado de nuestra salud en nuestras propias manos, creando cadenas de apoyo mutuo y solidaridad; denunciar a los falsos redentores que nos gobiernan y a la brevedad sacarlos del poder mediante el voto popular y, más temprano que tarde, barrer como con una escoba a toda la caterva de políticos profesionales que nos han gobernado y poner el gobierno en manos del pueblo trabajador. Nada de esto es fácil, pero no hay otro camino. Esa es mi convicción.
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