La polarización social ha aumentado alarmantemente en el país, sectores importantes de agricultores han realizado marchas y bloqueos en más de 20 estados, exigiendo cambios en las relaciones comerciales con EE. UU.; el asesinato de Carlos Manzo, presidente de Uruapan, Michoacán, provocó una ola de manifestaciones, encabezada por jóvenes de la autodenominada “Generación Z”; y por si faltaran más, miles de maestros exigen la revocación de la reforma al ISSSTE del 2007.

En una colaboración anterior decía yo que, al interior de organizaciones sociales y sectores de productores agrupados en el Frente Guerrerense para el Rescate del Campo (FGRC), discutíamos sobre la situación de este sector en el estado. Afortunadamente -para una entidad en la que la lucha social ha sido siempre radical-, la gobernadora, Evelyn Cesia Salgado Pineda nos atendió junto con titulares de algunas dependencias, para encausar las legítimas demandas nuestros representados.
Sin embargo, la problemática que ha motivado la polarización arriba mencionada es de un carácter más profundo, que rebasa con mucho el ámbito que puede abordarse desde la jurisdicción estatal o municipal, sin que se diga que éstas, no pueden ni deben aportar a las soluciones. ¿A qué me refiero? Las manifestaciones son el intento de estos sectores de revertir, en su ámbito, los efectos de una crisis aguda en nuestro sistema económico, veamos:
1.- La producción agrícola a escala comercial está sujeta a las reglas del mercado, nacional e internacional que, en nuestro caso, está supeditado en gran parte, al tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá (TMEC).
2.- La violencia tiene como causa la creciente pobreza, originada por la injusta distribución de la riqueza social que provoca todos los males sociales que nos aquejan.
3.- La reforma al ISSSTE de 2007, es la aplicación de políticas neoliberales que promueven la nula inversión en bienestar social para que las clases trabajadoras vivan únicamente de la parte que conservan de su salario, después de pagar impuestos.

Lo que demuestran estas manifestaciones masivas es que, en el primer caso, hemos llegado a un punto en que la producción agrícola y la comercialización nacional han sido derrotadas por los grandes monopolios norteamericanos que dominan nuestro mercado por el abaratamiento de sus costos y por el sometimiento del Estado mexicano; en el segundo, el poder económico nacional, siempre ávido de ganancia, requirió políticos que hicieron de la corrupción su mejor herramienta para acceder al poder, sin importar quiénes financiaban sus campañas, de tal forma que hoy han sido rebasados por quienes los llevaron a los cargos públicos; y en el tercero, la lucha magisterial es la prueba irrefutable de que el neoliberalismo ha sobrepasado el límite tolerable de extracción de la riqueza social que generan los mexicanos, pues un sector importante de los trabajadores del Estado, ha pasado a formar parte las mayorías empobrecidas.
Pero insisto, estas son manifestaciones de un problema aún mayor, de una crisis aguda del sistema capitalista mexicano, atrasado y dependiente del capitalismo norteamericano. Crisis que afecta a toda la sociedad, sólo que estos sectores que hoy se movilizan son de los más capacitados para organizarse puesto que formaron parte de estratos sociales con cierta holgura económica, lo cual les permitió adquirir cierta educación y, por tanto, alguna claridad acerca de la necesidad de combatir los problemas que los aquejan.

En la colaboración a la que aludo, sostuve que los antorchistas consideramos que no sólo es correcto que se organicen y luchen los sectores sociales que sufren los estragos de política económica de nuestro país, sino que es incluso una exigencia de la realidad, porque únicamente así podremos encontrar las soluciones a los males que nos aquejan. Sin embargo, necesitamos comprender cuál es en concreto el proceso de la realidad que estamos combatiendo, pero sobre todo, cuáles son sus causas profundas, para hacerlo con eficacia y tener posibilidades serias de obtener los resultados que esperamos.
Al ser ésta la crisis no de un sector, sino de toda la sociedad, porque el sistema capitalista ha llegado a un punto en que las contradicciones entre las clases pobres y las poseedoras de riqueza, son ya insostenibles, se hace necesaria una solución sistémica, pues estas contradicciones irreconciliables no se combaten con cambios en un tratado comercial, o con una reforma de la cámara de diputados, menos en una negociación del gobierno con los empresarios monopolistas para que acepten obtener menos ganancias. Se requiere un cambio drástico de timón, colocando en el poder a una nueva clase política que no esté al servicio del gran capital y que no se someta tan pasivamente al imperialismo yanqui, para lo cual se debe cambiar el modelo económico neoliberal por uno más encaminado al bienestar social de los mexicanos.
Es necesario comprender esta realidad porque, dado el creciente ambiente de inconformidad social que se está adueñando de nuestro país, lo menos que nos conviene es una radicalización mal entendida que, en vez de ayudar a organizar a las masas y conducirlas dentro del cauce correcto para mejorar verdaderamente su realidad, las lleve a una polarización que puede servir de pretexto al imperialismo norteamericano para la agresiva política intervencionista en Latinoamérica ante la pérdida de mercados.

Mi mensaje a los guerrerenses es pues, que no nos dejemos llevar por esa ola de manifestaciones de la llamada “Generación Z”, porque a poco que busquemos en la historia reciente del mundo y, más en concreto del año 2000 a la fecha, veremos cómo esas manifestaciones han sido auspiciadas por las potencias económicas occidentales para desestabilizar países y poder saquearlos sin oposición organizada de sus pueblos.
Esto no implica que no luchemos, al contrario, luchemos, exigiendo a las autoridades que hagan efectivo nuestro derecho constitucional a una vida digna y decorosa, pero esa lucha debe contar con una organización definida, con propuestas específicas y claras, que invite a todas las clases trabajadoras a sumarse, para que juntos construyamos un proyecto de país, que se vaya ajustando a la realidad y que no surja de la inconformidad social espontánea que busca sembrar el caos atacando el orden social y vandalizando, amparada en el abandono en que se debate la sociedad en general.
A las autoridades de los tres niveles de gobierno, los llamamos a que vean en estos sucesos una exigencia a que abran los canales institucionales de atención y solución de las demandas de los sectores empobrecidos y desatendidos históricamente, cumpliendo su función constitucional de llamar a la unidad de los mexicanos, como pueblo que ha forjado una fuerte identidad a través de largos siglos de sufrimiento.
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